domingo, 22 de noviembre de 2009

No, no y no

- ¡NO! "V" no es una maravilla pero tampoco es ridícula. El piloto es una de las obras de ingenieria que más admiro: puso sus cartas sobre la mesa, fascinó y atrapó. Excepto a quien andaba buscándole los tres pies al lagarto. ¿No tiene más que eso? ¿Ser un drama de ciencia ficción entretenido? ¡NO! Aún hay que ver por donde se mueve. Pero como aún no sabemos si su ambición es la de Galáctica o la de Héroes ¡que dejen de correr ríos de tinta!

- ¡NO! Flasforward no es el nuevo Perdidos. aunque se esforzaron mucho en que el cascarón tuviese aroma a Lost 1.5 en realidad no es más que un "skin" sin idea de programación. Los conflictos de los personajes son tan absurdos y el universo flasforwaniano tan ínfimo en su credibilidad que no tiene opciones de maravillar a estas alturas. ¿Va a ser cancelada? ¿Es el fracaso de la temporada? ¡NO! Todavía no estamos ante la versión acelerada de la trama deshinchada sino en el punto "de relleno" que los creadores están tratando de estirar como si no hubiese nada que contar.

- ¡NO! Cougar Town puede ser un placer culpable, pero por lo menos es una serie bien construida: con ritmo, buenos gags -aunque no inventen la rueda- y una Courtney Cox en estado de gracia. Recoge el testigo de la frivolidad de Sexo en Nueva York sin petulancias y con mucho humor supuestamente incorrecto, que no engaña a nadie. Si estuviera en Showtime, se hablaría de ella de otra manera.

- ¡NO! The Big Bang Theory no puede ser mejor que How I Met your Mother. Lo siento. Están situadas a kilómetros en el ámbito de las sitcom clásicas. La primera es un lavado de cara actual para una vieja novela y la segunda es buena literatura que ha sabido reinventar su género.

- ¡NO! No nos pueden seguir colando estos flashes a lo Men in black con los arcos de algunos personajes en las series. ¿Sabes esa sensación emocionante, al terminar un capítulo, de que ha habido un cambio en la evolución de los personajes... y al comienzo del siguiente capítulo no hay ni rastro de esa evolución? En Dexter (pónganse de pie) es la segunda o tercera vez que se fuman una trama al principio de la temporada como si la anterior no hubiera existido. Vale que su protagonista es amo y señor del show pero, vamos a ver, ¿alguien se acuerda de la tensión sexual insinuada en la segunda temporada entre Dokes y Deb (por cierto, eterno objeto de cualquier emparejamiento sexual posible en la serie)? ¡NO! ¿Qué fue de la trama de Ángel y la abogada, con tanto peso en la anterior temporada? ¿Se resuelve en off? ¡NO, señores!

Y lo mismo con la desaparición express de Rick Acervo en Fringe -al menos le dedicaron tres capítulos-, Libby en Lost -de la que el propio Lindendof dice que no volverán a hablar; el supuesto transfondo político que iba a tener True Blood, del que sólo queda algún eco lejano entre locura y locura; el noviete de Becca en Californication, desaparecido al servicio de una trama completamente distinta; lo que acaba de ocurrir en How i met your mother -un giro tramposo resuelto en 20 minutos que rompe una trama que fue base en las dos últimas temporadas (Robin y Barney, sólo para darle opio al pueblo con el regreso del Neil Patrick Harris de siempre... sí, es cojonudo, pero que pena de oportunidad de evolución); y, por poner algún punto final entre los miles de ejemplos, el reset que se producía en House, capítulo tras capítulo, de cualquier evolución implícita o explícita. Gracias a dios que esta temporada promete cambios. Algo que lleva haciendo desde hace tres temporadas, por cierto.

En este sentido, quiero romper una lanza a favor de Smallville, una serie que, antes de convertirse en un drama ridículo, repetitivo, tosco, infantil y sin sentido en el horizonte, contaba una historia: ¿la de Superman? ¡NO! La de Lex Luthor. Y la contó entera, poquito a poco, sirviendose de matices para que un personaje roto se deconstruyera y fuera dibujándose a si mismo como un gran villano... mediante actos.

Y aún con todo este halo de pesimismo... en febrero empieza LOST. ¡SÍIIII!

lunes, 6 de julio de 2009

Series para el verano (y para siempre)


Obligatorias si no las has visto
24 - serie inteligente y trepidante (7 temporadas)
A dos metros bajo tierra -5 temporadas, 2 de ellas magníficas
Dexter -3 temporadas
CSI ¡sólo la original! - 8 temporadas
Mad men - 2 temporadas que son pura delicia
Arrested Developtment - 2 temporadas y una peli en el horizonte
Los Soprano - 6 temporadas que son volúmenes filosóficos
The Wire - 4 temporadas (recomendación prematura, pero bien avalada)
In treatment - 2 temporadas de pura psicología
Extras- probablemente, la mejor comedia británica que ha parido la BBC
Galáctica - Sí, es Ciencia Ficción. Sí, es una de las mejores obras de la Historia de la Televisión.
Firefly - 1 temporada, 1 película... 1 maldita joya.
Fraiser - la mejor comedia de todos los tiempos (con mis respetos a Friends y Seinfield)

Clásicos a redescubrir (porque son Historia)
Twin Peaks (en serio, entera)
(Ciclo Joss Whedon) Buffy The Vampire Slayer + Angel (sí, en serio)
Expediente X (10 temporadas son muchas, pero 5 son fundamentales)
Ally McBeal y El abogado (las obras maestra de David E. Kelly)
Alias (o el precedente de Perdidos)

Las apuestas seguras (series buenas o muy buenas)
Californication
Life on Mars
House M.D.
Veronica Mars
Weeds
El Ala Oeste de la Casa Blanca
Cómo conocí a vuestra madre
Dollhouse
Flying with Conchords
(en inglés eh mecagoenlaputa)
The Office (primero la versión UK luego nos desplazamos a la magnífica USA)
The IT Crowd
Tell me you love me
En Terapia (In Treatment)
Damages
Expediente X
House
Curb your enthusiasm
Roma
Rockefeller Plaza
Breaking Bad
Nip/tuck (a golpe de bisturí)
Mujeres desesperadas

Las que empezaron en la season del 2008-2009 y deberías seguir
Fringe (entrada sobre ella)
Dollhouse (entrada sobre ella)
United States of Tara (buena comedia firmada por Diablo Cody y producida por Spielberg)

Aquellas de las que debes huir no matter what
My own worst enemy
One three hill (2ª temporada en adelante)
Prison Break (2ª temporada en adelante, pero si empiezas, tú sabrás)
Heroes (huye)
Sin cita previa (y todo lo relacionado)
Los Simpson (dígamosle a Antena 3 que existen más series de animación para la sobremesa)
Física o química

Series para pasar el ratico sin pretensiones (adjunto calificación personal)
Kyle XY (6)
Boston Legal (7)
El mentalista (6,5)
Me llamo Earl (5,5)
Padre de familia (8)
Smallville (7)
Supernatural (7)
Scrubs (6,5)
Anatomia de Grey (6)
The Shield (8)
Shark (6,5)
The big bang theory (7)
Worst Week (6)

Recomendaciones británicas
Life on Mars
Dead Set
Flying with the Conchords
(no es británica, sino de la HBO, pero como si lo fuera)
The It Crowd (FUNDAMENTAL)
De nuevo, Extras y The Office

Series que siguen en verano
Er... Que merezcan la pena, una, pero merece mucho la pena: True Blood
También esta la de Harper´s Island pero...bueno, ya me entiendes
¡¡¡Y ha salido el pilot de The Cleveland Show (spin off de Padre de Familia)!!!
Y el de Cáprica, el spin off de Galáctica.

Recomendaciones cortas
Doctor Horrible (el musical de Joss Whedon; dura 40 minutos, son 3 actos y es una maravilla)
John Adams
Dead Set (otra vez, la recomendé en series británicas, es una miniserie de 6 capítulos)
Ve al cine -No es una serie. Es en serio. Ve al puto cine (mirar reflexiones cinéfilas)

viernes, 3 de julio de 2009

Prometedora Cáprica: belleza y maestría en un arranque memorable


Cuando Battlestar Galáctica terminó su recorrido de 4 temporadas Ronal D. Moore se aseguró de que la conclusión final abarcase no sólo las tramas y conflictos de los personajes, sino también a los espectadores y a toda la Humanidad. El punto final de la serie redibujaba la narración como una vibrante, profunda, y meditada fábula que delimita la manida relación entre hombres y máquinas como una estructura cíclica. Todo esto ha pasado ya y volverá a pasar. Pero lo interesante, vienen a decirnos, es el camino. Y como diría Jacob (el enigmático personaje de Lost, serie que no tardó en apropiarse la mencionada máxima para su mitología): sólo acaba una vez, pero cualquier cosa que suceda antes de eso es un avance.

Creo no ser el único que afrontó con inmenso escepticismo, vagancia y desinterés -aunque no sin cierta intriga- el desarrollo de Cáprica, un spin-off que sonaba tan útil como la expansión para PC de Cien años de soledad. Quizá era cuestión de darle un tiempo, y así se lo recomiendo a quienes vayan agotando los capítulos que queden en la recámara del final de BSG... porque Cáprica es algo nuevo, con posibilidades, incluso -y creo ser el único en todo el universo blogger a nivel mundial que se atreve a decir esto- mejor que su predecesora. Más filosófica, más pulida, más orquestada (no es ningún secreto que el final de Galáctica fue una milagrosa improvisación para tapar agujeros).

Por partes. Cáprica es un spin off, pero no es Fraiser. A diferencia de la genial comedia heredera de Cheers, Cáprica es una precuela independiente en su forma de Galáctica pero no en su alma, y así está concebida, tal y como George Lucas planeó los Episodios I, II y III de Star Wars: sí, hay cierta pretensión de reorganización cronológica, pero sin los segundos no habría los primeros. Y aquí se acaba la metáfora porque ningún Jar Jar Binks planea por Cáprica. Sólo maestría narrativa.

No existe en mi imaginación lluvia de ideas que posibilite la grandeza con la que Moore ha esbozado los 58 años previos al telefilm que dio origen a Galáctica. En un mundo en decadencia, fusión entre el nuestro, su probable futuro y algunos elementos de la Antigua Roma (que volverían locos a mi profesor de Relaciones Internacionales) comienza un proceso que nuestros instintos cinéfilos intuyen catastrófico: la creación de vida artificial inteligente. Robótica. La situación política muestra un levantamiento en la población de una minoría fanática monoteísta frente a un Estado politeísta. Además, se nos muestra la tragedia de dos familias: la de un científico pudiente y la de un mafioso descendiente de una raza trabajadora vejada socialmente, apellidada Adama. Los fans de Galáctica tienen aquí poderosos paralelismos y guiños frikis para asomarse a Cáprica. Pero la belleza de la nueva historia debería ser el motivo principal.

La primera Cylon autoconsciente de la Historia es Zoe. Paradójicamente, se trata del personaje humano con más carisma de este arranque, que fallece apenas transcurridos 20 minutos. Hija del científico protagonista, es una avezada adolescente de creencias monoteístas e increíbles conocimientos de informática que ha conseguido crear un avatar virtual que recoge totalmente su personalidad. Tras su fallecimiento, su padre descubrirá este ente virtual y luchará por devolver a su hija al mundo... aunque el único modo posible sea como un modelo experimental, rudimentario y tosco de los robots-soldado en los que trabaja para su empresa, los cylon.

Es un argumento, simplemente, brillante, que sacia con efectividad algunas incógnitas de peso sobre la mitología de su serie madre. Si este piloto no tuviera continuación, seguiría siendo un coherente y magnífico complemento a Galáctica. Pero el caso es que existen 18 episodios más llenos de genio, que empezaremos a disfrutar tras el verano.

Es cierto que no tiene, ni de lejos, la fuerza del excelento comienzo de Galáctica, la miniserie, y que existe cierta dependencia emocional de su progenitora. Sin embargo, el cambio de rumbo en su temática es total. Este piloto sería excelente con independencia de todos los factores mencionados. Hay inteligencia detrás de cada diálogo y premisa, y hay ritmo, ambientación irreprochable y melancólica, algo más oscura que en BSG. Si algo se ha perdido en el camino es la espectacularidad de los efectos visuales, aunque no está muy claro si se trata de una falta de presupuesto o del reto que supone dar vida a situaciones CGI más realistas que en Galáctica. En cualquier caso, sí que es cierto que se le ven las costuras a la animación digital... aunque nada grave (sobretodo para quien haya visto Buffy, Smallville o las películas de Spiderman, por poner tres ejemplos de dirección artística competente pero CGI´s bochornosos).

Recomendación mayúscula incluso para aquellos que, como un servidor, no son especialmente fans de la ciencia ficción. Si los inefables episodios I, II y III de Star Wars trataron de mostrarnos al humano bajo las vestimentas del autómata Darth Vader (y no "como un tío se vuelve malo" como adelantaba el megalómano y tramposo George Lucas) y la caída de una democracia a favor de la seguridad que inspira un Imperio; Cáprica nos muestra, desde el primerísimo capítulo, que la primera tostadora... fue una niña. Talibán, para más inri. Ahí es nada.


miércoles, 24 de junio de 2009

Fiesta del cine: reflexiones cinéfilas


La Fiesta del Cine ha sido una maravilla, pese a que ni dios ha acudido a las salas. Nos quejamos mucho de los precios de las entradas, pero este vacío cuando las regalan sólo huele a hipocresía. Aunque, siendo justos, organizar la fiesta un lunes y martes de San Juan (nadie tiene excusa el domingo) va un poco a contracorriente.

Aún así, yo por mi parte he desaprovechado la coyuntura para ver los siguientes films que comento en pocas palabras:

Los mundos de Coraline (7 menores en la sala al principio de la proyección; cuatro al final). Con una animación magnífica (ha ganado poca fluidez respecto a Pesadilla antes de Navidad, pero sigue siendo impresionante más de diez años después) esta pequeñísima historia sobre la lucha entre una niña y su desbordante imaginación como vía de escape a la monotonía de su nueva vida tiene sus mejores bazas en la impresionante labor artística del conjunto, en su música, y en la oscuridad de su historia y de su estética. No es una comedia. Es una película de terror para niños. Sí, gracias a Tim Burton y al director de Coraline, desde Pesadilla antes de Navidad (muchísimo menos ácida, oscura y terrorífica que ésta) los niños tienen una alternativa en esta obra con olor artesanal, imaginativa y dramática, y no una obligación de derretir su masa cerebral con la película estándar de animalitos con voces de famosos. Ahora... Otra cosa es que los niños quieran esa alternativa. Los de la sala a la que asistí parecían buscar la risa a la que estaban acostumbrados, embotados e incapaces de disfrutar del descenso a los infiernos de la protagonista, sumida en una mentira que la devora y que hace que la realidad verdadera, difícil y aburrida, empañada por la infelicidad cotidiana, termine siendo aceptable.

¿Hacemos una porno? (4 personas en la sala, entre ellas un niño de unos 7 años y una madre manifiestamente incómoda pero que no hizo nada una vez empezado el festival de chistes sexuales que se suceden sin descanso en la película) Kevin Smith con el piloto automático puesto está perdiendo la oportunidad de reivindicarse como el verdadero artífice de la "Nueva Comedia Americana" atribuida mayoritariamente a Apatow. Lo cierto es que este nuevo "movimiento" bebe de lo que descubrimos en Clerks y, sobretodo, en Persiguiendo a Amy: las comedias románticas para chicos. Más escatología que el de chicas, pero también una reflexión más honda bajo los trazos gruesos de sus chistes, normalmente sobre el patetismo de sus protagonistas, y un estudio soterrado de los mecanismos psicosociales del hombre de nuestra generación, el más inmaduro y perdido que se recuerda en un mundo reconocible, poblado por una sociedad abigarrada, frívola y desubicada. Smith se aleja a zancadas de la colosal -no por ello menos autoconsciente- patochada de Jay y Bob el Silencioso Contraatacan, pero corre en una dirección muy distinta a la de sus grandes films, y cada vez parece más irrecuperable. Las gracias han perdido frescura y los personajes ya no verbalizan verdades, sino chistes baratos. Aún así... Hay pocas oportunidades para reirse tanto en el cine.


"Millenium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres" (sala prácticamente llena, ¿quién dijo que en España no se lee -bestsellers-). Hablar de momento dulce en el cine sueco por el arrollador éxito de la película de culto "Déjame entrar" y el comercial de esta adaptación de Stieg Larsson es decir un tópico. Pero bien es cierto que el cine sueco se mueve en presupuestos moderados, y Millenium bien podría ser una adaptación norteamericana (me desdeciré cuando hagan el más que plausible remake) tanto en su factura como en su falta de ambición artística, al servicio de la traducción lo más literal posible. ¡Qué viejo es este debate! Al recortar un libro para encajarlo en un largometraje se plantea un dilema: hay cosas que se suprimen porque "no funcionan" en la gran pantalla. Pero otras, simplemente, se quitan por accesorias. Esto dice mucho de la novela de Larsson. ¿Cuántas aristas de algunos tramos de la narración podían haberse pulido? ¿Cuántos diálogos haberse reducido? ¿Qué informaciones eran innecesarias para el conjunto? Esta película nos descubre unas cuantas, mientras que las partes más morbosas cuentan con una reproducción fiel. En resumen: la adaptación es buena teniendo en cuenta que el material es poco cinematográfico (algo más que las novelas del sueco Henning Mankell, desde luego, pero aún así) y que, a diferencia de Déjame Entrar, aquí el interés de ser fieles a la obra y a su vasta audiencia era imperativo económico.


"Terminator Salvation" (sala a medias...habrá Terminator 5). Guau, McG. Este acólito de Michael Bay (menos enamorado de los soldados norteamericanos pero amante por igual de la acción descerebrada) ha trabajado en una buena historia para regenerar la saga, sin cumplir del todo con el espectáculo, algo sobresaturado y falto de carisma. Sam Worrington es una bestia parda y su personaje, apenas esbozado con los jirones de algunos tópicos del viejo western, es lo más interesante de la película, además de la anecdótica aparición de Chuache en digital. Mucha cámara en mano, explosiones y planos secuencia molones, pero un desarrollo de personajes más lánguido que su protagonista, un Christian Bale reducido a comparsa. El resultado, por otro lado, le da cien mil quinientas patadas a la descafeinadísima Terminator 3. Los fans se llevan las manos a la cabeza y sacan a relucir la maestría de James Cameron... mientras que éste se encoge de hombros y cuenta billetes completamente indiferente.

lunes, 25 de mayo de 2009

[Season Finales 5] 24: el thriller trillado

La crítica mostrada a continuación tiene una duración de lectura estimada de 3 MINUTOS. La lectura ocurre en tiempo real. ¡Los videos no cuentan!


00:00-> 24 ha vuelto con la intención manifiesta de resurgir de las cenizas tras la quema llevada a cabo por la crítica, que denostó una 6ª temporada espectacular en su forma, pero argumentalmente previsible, reiterativa y demasiado apologética de la tortura. La serie ha callado bocas, sobretodo porque -no hay que olvidar- que padeció un año entero sin emitirse (la eterna sombra de la huelga de guionistas, uno de los más importantes Episodios Oscuros de la ficción norteamericana). Su regreso ha sido satisfactorio, como mínimo, y notable, si olvidamos que la fórmula está empañada por la visión de un espectador habituado a sus costuras. Y no nos referimos a la dosificación de cliffhangers exactamente a las "en punto" -es decir, al final de cada capítulo- o a la archiconocida complementación de delirantes tramas conspiranoicas con la fría quietud de los dramas de pasillo en la Casa Blanca, que tantos picos emotivos siguen cosechando, no. Hablamos de otra cosa.

34 segundos, 35 segundos...

Nos referimos a la estructura dramática en espiral que tan magistralmente despieza Manel Jiménez en "Duplicidades espacio-temporales en 24", dentro de la obra de referencia La Caja lista: televisión norteamericana de culto de Concepción Cascajosa Virino. Este autor señala algunas de sus claves, como la Matruska de enemigos que se van revelando según avanza la trama, sutilmente, para que el espectador no perciba que en realidad, hasta el capítulo 20 Jack Bauer no estará enfrentando a su verdadero Némesis, y que todo lo anterior son fuegos de artificio (entretenidísimos, eso si). Esta vez, para enlazar, se sacaron de la manga un elemento tramposo pero refrescante: el regreso de Tony Almeida, uno de los más queridos personajes de la serie... que había muerto en la 5ª temporada.

58 segundos, 59 segundos...

01:00 -> ¿Han amortizado este regreso? Ciertamente, el juego del doble-espía-doble y el tema tácito de la redención crean una tensión permanente en los pliegues de sus tramas, para revelar en la recta final su verdadera naturaleza, no por tópica menos espectacular. Tony Almeida es aquello en lo que Bauer corrió el riesgo de convertirse, y ahora son dos cabezas de un mismo monstruo: Tony, el antihéroe descreído de sus principios morales y Jack, el soldado que perdió su alma durante su fiel servicio al país. Esta temporada explora la huída hacia adelante del primero y las confesiones criminales del segundo. Lo gracioso es que, a pesar de que Jack insiste a Tony para que se entregue, este 7º día comenzó con la antesala 24: Redemption, un telefilm que situaba a Bauer en Sangala, exiliado lo más lejos posible de las autoridades que pretendían encarcelarle por sus violaciones de los Derechos Humanos.

1:28... 1:29...

Una hipocresía que los guionistas no han sabido manejar con claridad: Jack se convierte aquí en maestro de una veterana agente del FBI, y pese a sus escarceos con el reconocimiento moral de sus crímenes, la conclusión vuelve a ser "si veo a 10 niños secuestrados en un bus, haré lo que sea para liberarlos". Dí que sí Bauer. ¿Quién ha dicho que su ultraconservadurismo, tan criticado, no es parte de una propuesta que no trata de justificarse? ¿No late acaso una colosal vena demócrata en las tramas de los presidentes ficticios de EE.UU. (un negro pre-obama, un cobarde genocida y ahora una mujer)?

2:00 -> Bauer es un héroe crepuscular enfrentado ya a siete días en el infierno y que, al revés que en otros dramas, han añadido una herida más en el costado y en el alma de su protagonista. De las decenas de personajes principales que vimos estos ocho años apenas continúan con vida tres. El protagonista está en un agostamiento permanente, implacable e inexorable, y su dolor lo arrastra frente a la audiencia, como un gladiador posmoderno. Debe ser difícil interpretar a un héroe sin motivos para sonreir (y ahí está Kiefer Sutherland para que nos lo creamos) pero más duro es ver que sigue en pie, ofreciendo algunos de los momentos más excitantes y emocionantes de una televisión que le ha cogido el testigo a la acción de los 90, a la manifestación de lo analógico en un envoltorio hiperrealista y digital como el del Washington de 24.

2:24, 2:25...

Todavía puede ocurrir cualquier cosa en esta serie de víctimas por minuto, catástrofes irreversibles que se revierten, presidentes de principios inquebrantables que más bien parecen cylons bañados en la perfecta moral usamericana, dramas mínimos extrapolados al abismo del fin del mundo... y al mérito de su creador, Joel Surnow, en su propia huida hacia adelante de permanecer estilísticamente intacto en un drama sin posibilidad de más escapatoria lírica tras la acción que un llanto incontenible al final del día, una puesta de sol mortecina o las consecuencias de transmitir una violencia sin medida. Sin duda, el auténtico mérito de 24 es...

2:58, 2:59...

3:00.
(De postre, 24 según La Hora Chanante y Nacho Vigalondo)

martes, 19 de mayo de 2009

[Season Finales 4] Comedias que aún hacen reir


Con el fin de no prolongar hasta el infinito los post sobre los finales de temporada que mayo nos ofrece, se antoja imperativo reducir la carga de texto dedicado a cada serie. No consideramos aquí la comedia un género menor, sino todo lo contrario, pero el hecho de haber hablado ya de dos de las apuestas más hilarantes de la programación actual nos permite resumir, en unas líneas concisas de diáfanos argumentos, lo que han aportado este año las siguientes propuestas:

The Office
Actualmente, la apuesta más consolidada de la NBC y una garantía comercial, hasta el punto de que la cadena mareó la perdiz con la posibilidad de un Spin-off que finalmente fue una serie propia (Parks and Recreation, auténtico autoplagio).

The Office es una maravilla: el reparto de secundarios, cada vez más protagónicos, funciona como sólido engranaje en la maquinaria de diálogos brillantes y situaciones delirantes que ocurren en una oficina, por lo demás, impregnada de la gris desidia de cualquier oficina. Esta última temporada ha culminado la evolución iniciada en la 3ª. Finalmente la producción se ha librado del complejo de la versión británica de (el inmenso) Ricky Gervais y ha jugueteado con sus propios principios de ensayo surrealista sobre la monotonía, desviándose hacia tramas -o espejismos de tramas- que desfocalizan el centro dramático y se permiten explorar a los personajes en diversos entornos cómicos y emocionales, aparcada ya la necesaria descripción de pasadas temporadas. Ver a Michael Scott (Steve Carrell) abandonar su trabajo y tratar de rehacer su vida es una auténtica epopeya de proporciones mínimas.

Este nuevo rumbo, que si bien está conduciendo a la serie a territorios más convencionales y manifiestamente menos corrosivos que su propuesta fundacional, mantienen el altísimo nivel de agudeza e ingenio. Sólo así puede explicarse un capítulo "tan poco The Office" y, sin embargo, tan inspirado, como el especial 5x13 Stress Relief, en el que se brinda uno de los apocalipsis más hilarantes que se hayan visto en la pequeña pantalla (del ordenador, en nuestro caso) cuando el inefable Dwigt Scrute decide provocar un incendio para hacer un simulacro lo más práctico posible, y que demuestra que existe un humor propio y genuino, especialmente en su contraposición al desafortunado cameo de Jack Black, que desentona de forma alarmante con el status quo de la serie.

En resumen, una temporada agitada argumentalmente, arriesgada pero también más convencional, aunque todavía enorme en las actuaciones de un reparto brillante en su totalidad, lleno de frescura y que es complemento al increíble trabajo de Steve Carrell (sangrante que no haya recibido un emmy por este papel). La serie está estabilizada, y creativamente en permanente mutación, sin traicionar del todo sus raices, por lo que se espera un retorno prometedor en septiembre.


LA ESCENA

Un monólogo para la Historia: "¿Cual sería mi crimen perfecto? Me cuelo en Tiffany´s a medianoche. ¿Voy a por las joyas? No. Voy a por la lámpara de araña, su valor es incalculable. Una chica me descubre: me dice que me detenga, que es el negocio de su padre. Ella es Tiffany. Yo le digo que no. Hacemos el amor toda la noche. Por la mañana llegan los policías y yo escapo usando uno de sus uniformes. Quedé con ella en reunirnos en México... pero voy a Canadá. No confío en ella. Además, me gusta el frío. 30 años después recibo una postal. Tengo un hijo y es el jefe de policía. Aquí es donde la historia se pone interesante... Contacto con Tifanny y le digo que se reúna conmigo en París, en el Trocadero. Ella me ha estado esperando todo ese tiempo, no ha conocido otro amor. No me importa, ni aparezco. Me voy a Berlin, ahí es donde dejé escondida la lámpara de araña. "




How I met your mother

El flasback más largo de la historia sigue en plena forma, más consciente que nunca de su bien más valioso: el tremendo Neil Patrick Harris, que interpreta al misógino, cínico, pueril y aún así emocional Barney Stinson, una construcción dramática apoyada en los guiones -con altibajos, eso sí- soberbios que juguetean con la narrativa y los saltos en el tiempo, y que dominan la autorreferencia como retroalimentación y creación de iconos reconocibles para su audiencia.

La eterna postergación de la revelación de la identidad de la madre de Ted es un reclamo caprichoso -que no arbitrario- y ya no supone, ni de lejos, el centro neurálgico de la trama. De hecho, en la mejor tradición de sitcom sin complejos, son los personajes enfrentados a pequeñas eventualidades el motor semanal de la historia y los mejores gags siguen siendo, precisamente, los anecdóticos.

¡¡LA ESCENA!! (uno de los grandes gags del año)




The big bang theory

Esta sitcom, mediocre en su factura técnica y carente de toda originalidad en lo narrativo ha ganado soltura en su segunda temporada gracias a la autoconsciencia por parte de los guionistas de sus puntos fuertes: la tensión sexual no resuelta entre Penny (Kaley Cuoco) y Leonard (el limitadísimo actor Johnny Galecki), cesión de algunos momentos de dramedia al actor Simon Helberg -que interpreta al judío Howard- y la omnipresencia de Sheldon Cooper (Jim Parsons) como contrapunto marciano a las tramas, que son cada vez más frikis, como cabía demandar.

Por lo general, el nivel de la serie, ya asentada, ha mejorado enteros gracias a un mayor dominio de los personajes -de descripciones establecidas- y a la brillantez de las líneas de Sheldon, magistralmente interpretado por un secundario a la altura del Niles de Fraiser: un prepotente, antisocial y casi lexitímico personaje encarnado con inteligencia que consigue alzarse por encima del encorsetado contexto de algunos gags.

Lo más interesante de The Big bang theory es su prometedor futuro. A pesar de su falta de pretensiones la serie recoge auténticos hallazgos cómicos en sus referencias a la cultura popular y a la ciencia, a la ficción y el merchandasing (desde la singular pespectiva freak) que son el auténtico encanto de la propuesta. TBBT es un retrato generoso, distanciado y blanco de los nerds, un entretenimiento descerebrado sobre personajes cerebrales, pero sólido y con posibilidades de convertirse en una comedia de referencia.

LA ESCENA

lunes, 18 de mayo de 2009

[Season Finales 3] House, a estas alturas

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Llevamos cinco temporadas disfrutando de las tramas de House, una serie que a día de hoy vive en un curioso equilibrio: se mantiene como serie de referencia para la crítica, bloguers y especialistas. Sin embargo, acusa el agotamiento de la audiencia. Parte de la culpa es su estructura procedimental, que si bien estaba presente desde el primer día, no fue el reclamo principal para el público más pasivo o casual.

House es un personaje complejo, magnético, pero a estas alturas no es capaz de llevar sobre sus hombros una audiencia que no conecta ni con sus casos médicos, ni con sus secundarios circunspectos, innacesibles y, a veces, demasiado cerebrales en su verbalización de los complejos enigmas que plantean los guionistas. La metáfora de la no-evolución del final de la tercera temporada, cuando House cambiaba su guitarra por otra igual, se mantiene, le pese a quién le pese. Es ya un recurso recurrente por parte de los showrunners amenazar con desbrozar la impertubabilidad de la trama: en la 2ª temporada fue la incorporación de la exmujer de House, que amenazaba con trastocar su infranqueable carcasa cáustica; en la 3ª fue el hazllazgo de un tratamiento que curó temporalmente la cojera del protagonista; en la 4ª la ruptura emocional con Wilson tras el fallecimiento de su novia y ahora, en la 5ª, nos vuelven a proponer un espejismo: la desintoxicación de House.

House no puede cambiar porque el concepto de la serie es una convención: se mantiene el esqueleto (calcado a los relatos cortos de Sherlock Holmes), pero en su contenido están las sorpresas. Su personaje es una fuerza de la naturaleza enfrentada, en cada episodio, a alguna realidad social, médica, psicológica, filosófica o religiosa en la que su honestidad y cinismo abren una brecha que da lugar a la reflexión. Los secundarios tampoco están abocados a grandes romances, y las tramas siempre exploran -desde el suspense- algún aspecto relevante, moral, de sus personalidades, en lugar de ceder a un folletín que abra su target a los fans de Anatomía de Grey. Así, cada capítulo es pura estructura: trama médica + trama House + trama secundaria, suavemente superpuestas, y siempre resueltas como un todo. Lo que ocurre entre sus personajes es pura interacción detectivesca. Todos tienen aptitudes inhumanas para recabar pistas, dirimir segundas intenciones y manipular con su retórica, tanto en lo personal como en lo profesional. Efectivamente, pese al cuidado de la producción para constatar la veleidad de la realidad laboral, y la profundidad de unos personajes tan banales, intercambiables, como humanos, cada capítulo de House es, en resumen, una experiencia intelectual y dramática, no siempre un entretenimiento vacuo con el que conectar un martes crepuscular, ni una comedia.

Pero la pendencia entre el pedigrí de las tramas de House contrapuestas al agotamiento de su fórmula procedimental queda decidida por esos dos o tres capítulos por temporada en los que sus recursos se ponen al servicio de la experimentación argumental y la dirección artesanal (especialmente destacables son las colaboraciones de Campanella), que siguen ofreciendo, de forma autocombustible, algunas de las mejores horas de televisión del año. Si, es cierto que algunos huelen a Emmy, como 5x19 "Locked in", en el que la mitad del capítulo está narrado desde la impotente perspectiva de un paciente que sufre un daño cerebral que le inhabilita a comunicarse con otras personas. Pero esta 5ª temporada nos ha regalado 5x04 "Birthmarks", dónde Wilson secuestra a House para acudir al funeral del padre de éste, y el viaje nos revelará como estos amigos se conocieron (episodio que es hermano argumental de 3x07 "Son of Coma Guy", también al estilo road-movie, que nos ofrecía otra revelación: por qué House decidió hacerse médico).

También son destacables 5x09 Last Resort (o cómo House de rehén es más peligroso que su propio secuestrador), 5x15 "Unfaithful" (o House VS God 3) y la trilogía de capítulos que cierran la temporada, directamente relacionados con el trauma que produce en House la desaparición de un personaje y que provocan la personalización de su subconsciente en la confusa y provocadora imagen de Amber, cuando en realidad, el telón de fondo vuelve a ser la dependencia de la vicodina.

Las moralejas en House son contradictorias, variadas y siempre abiertas; y la carencia de entidad emocional en sus personajes no contradice su capacidad para poner sobre la mesa auténticos dilemas para el espectador. A estas alturas, las frases célebres por capítulo en House son mucho más difíciles de encontrar y la amenaza de cambios ya no sorprende. Sin embargo, su rutina mantiene el entretenimiento, la calidad y el atrevimiento de algunos planteamientos y sigue siendo plataforma para algunos de los momentos más interesantes de la temporada televisiva; mérito, entre otros, de un siempre inspirado David Shore. Si ha saltado el tiburón, desde luego es la serie que mejor lo disimula.

domingo, 17 de mayo de 2009

[Season Finales 2] Fringe: el monstruo de la semana (por J.J. Abrams)


Estas dos últimas entradas podrían llamarse perfectamente "El regreso de J.J." y "El retorno de Joss Whedon", o "Cómo complementar lo episódico y lo serial". Ambos autores tienen mucho que ver con la Tercera Edad Dorada de la ficción norteamericana en el sector de las network. El primero, como arquitecto de la nueva imaginería viral y mecenas del espectáculo interactivo; el segundo, como artesano de buen entretenimiento y dialoguista de primera linea. Ambos están muy próximos a la concepción del cómic, y sus creaciones se retroalimentan en este revival de géneros que vienen representando últimamente. Además, las dos fueron las apuestas novedosas de la FOX de este año, a las que concedió 10 minutos más que al resto de sus series. Eso sí, desde el principio, Fringe fue la niña mimada y Dollhouse fue la oveja negra. Por algo Whedon no está haciendo el remake de Star Trek... Pero ahora toca hablar de Abrams.

El ínclito J.J. es, a día de hoy, un exponente claro de talento eficiente para el cine comercial inteligente. Como director y productor, entiende el lenguaje del espectáculo (fue guionista de Armagueddon), pero su formación televisiva le ha hecho lidiar con recursos más limitados, haciéndole experto en capítulos piloto sólidos, de gran factura y siempre interesantes. Como productor y guionista, ha sabido crear un estilo propio, para el cual se ha rodeado -como Whedon- de algunos impagables profesionales que enriquecen sus ideas. Stephen Williams o Jack Bender, por ejemplo, son algunos de sus directores habituales, mientras que los maravillosos violines de Michael Giachinno dotan de trascendencia sus secuencias. A Abrams se le presupone cabecilla de cada magistral giro de guión en sus producciones, pero lo cierto es que él apenas es responsable (y ese mérito es crucial) de enseñar los primeros pasos a sus criaturas. Desde su participación estrecha en los capítulos clave de Alias, hasta la intachable dirección del piloto de Lost, J.J. se ha ido alejando progresivamente de la TV, al mismo ritmo que los grandes estudios de Hollywood llamaban a sus puertas.

Pero mientras tanto, y desde cierta distancia, Abrams continúa con su intención de revivir todos los géneros que en el pasado funcionaban. Olvidando Felicity -un drama adolescente bastante sólido, que hoy en día sería un auténtico oasis de levedad, falta de efectismo y un razonable encanto carente de tópicos-, la excelente Alias revivió las series de espías a lo Misión Imposible con una factura fantástica, sensibilidad, nervio, y un enrevesadísimo argumento en perpetua mutación; un ensayo sobre lo que después sería Lost (revisión comiquera, filosófica y comercial de El prisionero). En efecto, ambas series comparten la estructura mitológica: Alias ostenta drama, acción y algo de terror finalmente amalgamado con dosis progresivas de ciencia ficción; preguntas asombrosas de respuestas dilatadas (y, por lo general, mucho menos interesantes); personajes moralmente ambiguos y revelaciones asombrosas... Y, por supuesto, un dominio de la serialización como nunca se había visto antes, con el uso indiscriminado, inteligente e incluso doctrinal del cliffhanger. Todo lo que Alias tenía de bueno, lo heredó Lost, llevado al límite.


Ahora bien, igual que los remakes cinematográficos, que reducen a marchas forzadas la diferencia cronológica con las películas que adaptan, el "hype" de Fringe viene a devolvernos el Expediente X de los 90. Y, en una suerte de retoño humano-cylon (como dijo Antonio Trashorras en la crítica más apasionante, surrealista y pedante que he leído nunca de una película), la serie viene a reinventar, pero también a quemar, en una sóla temporada, todo lo que Expediente X fue en 10 temporadas, aunque, esta vez, de forma pretendidamente incombustible.

Fringe, todo el mundo lo sabe, nacía con la intención de devolvernos las series episódicas de los 80 y los 90. No tan procedimentales (estilo CSI) como autoconlusivas, algo así como el "monstruo de la semana". Aunque la idea era loable, la serie no terminó de convencer en su primera hornada de capítulos. Si bien el elenco era correcto, y los casos interesantes, había algo que no terminaba de despegar. Hasta que el toque Abrams, que siempre había estado latente, empezó a extenderse. La mitologia comenzó a desplegarse: los pérfidos y esquivos enemigos (Massive Dynamic), la interacción con el espectador (The observer, un misterioso personaje al que se puede buscar en todos los capítulos, cual Wally, entre los pliegues de cada plano), la conspiración (El patrón), el misterio de su protagonista -Olivia Dunham (Anna Torv)- cuyo destino está marcado por sus poderes (ya visto en Alias)... pero, sobretodo, el magnífico, fresco e inspirado Walter Bishop, interpretado por John Noble, un científico excéntrico, pseudo-amnésico y absolutamente ajeno a las convenciones sociales, cuyos horrores cometidos en el pasado son la base para su expiación. Conviene cogerle cariño pronto, para disfrutar de la acidez de sus inconveniencias desde el principio, superado el escepticismo inicial al recordar que Noble interpretó al insoportable Rey Denethor en El Señor de los Anillos.

Cada semana, de la mano de Walter y su equipo, el espectador se enfrenta al entreteniminto de los accidentes abstrusos y peligrosos que pueblan las tramas, mientras el rompecabezas de la mitología va agregando piezas, siempre apegado a la complicidad de un receptor activo llamado a ver más allá de lo que parece. Seguramente, el puzzle vaya creciendo subrepticiamente mientras la falsa sensación de completitud engancha a la audiencia. Pero ahí está la genialidad de los narradores bajo la sombra de Abrams. Tras el final de temporada los responsables pueden enorgullecerse de haber dado forma al conjunto y abrir un giro "post- post-11S" más que interesante, zambulléndose en las aguas de la ciencia ficción inteligente y espectacular que escarcea con el abismo del thriller fantástico.

[Season Finales 1] Dollhouse: compleja, fallida, notable y renovada

Una de las series más esperadas de la midseason del 2009, sino la más esperada, ha concluído por fin. Desde muchos, muchos meses antes de su estreno, había todo un fandom de Joss Whedon -su creador- apuntando las neblinas de su camino: un planteamiento innacesible, una cadena intransigente y un reparto descompensado. El resultado ha sido agridulce: se puede hablar de serie fallida en términos dramáticos, pero -ante la sorpresa general- la malvada y chapucera cadena FOX ha sorprendido a propios y extraños otorgándole una segunda temporada que todos deseábamos, conscientes -honestamente- de que no se la había ganado, ni en audiencia ni en calidad. ¿Qué ha ocurrido con Dollhouse?

El escenario es la época actual (norteamericana). Entre los residuos mediáticos que circulan por la opinión pública, existe uno en particular que trae de cabeza al policía Paul Ballard (Tahmoh Penikett, nuestro querido Helo de Galáctica): el proyecto Dollhouse (que nada tiene que ver con la película del inefable Todd Solonz). La leyenda urbana dice que cierta organización secreta se dedica a utilizar modelos humanos e implantarles personalidades a la carta para servir de esclavos a los burgueses que puedan costearse estas fantasías. La realidad es que esta compañía existe, y tiene sucursales en diversas localizaciones del planeta. Dirigida con mano férrea por Adelle DeWitt, en Dollhouse no se toleran fallos: la tecnología es de ensueño y las medidas de seguridad no permiten intromisiones. Los "activos" (dolls) que circulan por los pasillos castrados psicológica y sexualmente esperan dócilmente a que se les encargue una misión, y el informático Thoper les implante una nueva personalidad. Cualquier acción será posteriormente borrada de sus memorias. Estos muñecos a la carta son humanos que voluntariamente firmaron un contrato: ellos servirán de esta forma a Dollhouse sin conciencia, amnésicos, y serán liberados tiempo después, sin recuerdo de los años que se han quitado de encima. El espectador se internará en la historia a través de uno de esos "activos": la joven Echo (Elizha Duzhku, conocida por ser la Faith de Buffy, Cazavampiros, también de Joss Whedon).

Este es el planteamiento de la serie. Se trata de una inspirada contrautopía en la línea de lo que un Ray Bradbury o un H.G.. Wells podían haber imaginado. Whedon no deja de sorprender en la lluvia de ideas que descarga sobre el espectador, siempre interesado en provocar el dilema moral y en releer las posibilidades de su invento. Así, durante los 13 capítulos, exploraremos las muy diversas posibilidades de un argumento, a priori, tan limitado. Si la temporada comienza de forma fuertemente episódica (a Echo se le implanta cierta personalidad con el fin de satisfacer una demanda, y este fin acaba torciéndose), de forma secundaria se va tejiendo una interesante subtrama sobre los activos (errores en su programación que los hacen humanos, datos sobre el pasado de sus cuidadores, revelaciones sobre quién es activo y quién conserva su personalidad original) mientras que se sigue la historia del policía Paul Ballard, el único personaje externo cuyos indicios le hacen creer en el proyecto Dollhouse y perseguir su extinción.

El desarrollo de la serie ha sido desigual. Las interferencias de la cadena impidieron a Whedon plantear el argumento a su manera, y los 5 primeros capítulos son un auténtico eclipse al corazón de la trama; es a partir del sexto episodio cuando se marca la seriealidad, los personajes exhalan diálogos magníficos, y comienza a orientarse cierto arco narrativo. Pero si Dollhouse es una serie fallida, en líneas generales, es por su propio planteamiento. Si éste fuera un proyecto para la HBO, se hubiese potenciado la psicología y la crítica social que late bajo el entretenimiento, y quizás la falta de empatía con los personajes tendría más sentido. Pero la absoluta falta de identificación con un protagonista sin núcleo de personalidad, obligado cada semana a ser alguien distinto, es un lastre. Y si este personaje esta caracterizado por una Eliza Duzku limitadísima de talento, peor.

De la mayoría de personajes sólo conocemos sus carcasas, y la doble lectura que se establece derivada de sus misiones es aún más desalentadora: en ocasiones, los "dolls" tienen diálogos inspirados y muy divertidos, pero el espectador sólo ve a personalidades implantadas conversando, personalidades de las que nada volveremos a saber y cuya ironía/amargura/comicidad/brillantez es tan efímera como el capítulo. Es un metalenguaje inadmisible para captar a un espectador. Es una propuesta serializada con escasos elementos de serialización, puesto que los personajes que no son "dolls" -y que sí, están trabajados y tienen la garantía-whedon de tridimensionalidad- no dejan de ser secundarios sin un sólo vínculo emocional con la audiencia, que para colmo trabajan en una atalaya opresora e inmoral. Dollhouse es un proyecto de la FOX y planteamientos tan interesantes como la esclavitud consentida, se retuercen entre clichés del género de acción y elementos de suspense más o menos manidos.

Pero a Dollhouse le salva el genio de su creador y de su fiel compañero en los guiones, Tim Minear, genio que se intuye en algunos capítulos de retazos inolvidables. Tal y como ya hizo Whedon en Dr. Horrible, el capítulo 1x06- "Man on the street" mezcla tintes de comedia -a modo de informativo, alguien nos acerca divertidas delcaraciones de la gente de a pie sobre el supuesto proyecto Dollhouse- con un componente dramático de peso: la violación de uno de los Dolls, un tema grave que se trata con crudeza y que saca a relucir interesantes aportaciones de todos los personajes, encaminados hacia la continuidad. En el 1x08- "Needs", ante la inminente insurrección de los Dolls, cada vez más conscientes de sus experiencias, Adelle decide solucionarlo mediante una imaginativa y sabia decisión: provoca que sus "activos" culminen los deseos prohibidos que han ido germinando en capítulos previos. Echo, la protagonista, consigue así liberar a sus compañeros esclavizados (aunque se trate de una ilusión); Victor, un doll que comenzaba a despertar sexualmente, es correspondido por la responsable de esta anomalía: Sierra (la doll violada, que a su vez recupera la confianza en el contacto humano). Una vez calmadas sus necesidades, los Dolls vuelven a ser más domésticos que nunca. El inteligente fascismo de Adelle triunfa una vez más sobre sus siervos no-tan-descerebrados.


En definitiva, ideas llenas de ingenio han terminado formando un conjunto insatisfactorio, en el que la mezcla de suspense, acción, psicología y diatriba moral se ve constantemente ahogado por la aplastante complejidad de su concepto y por una protagonista mediocre. Whedon es conocido por su habilidad para construir entretenimientos frívolos en los que rutilan ocasionalmente destellos de genialidad y subyacen al mismo tiempo metáforas de gran calado. Ahora que ha conseguido una inesperada renovación, Whedon tiene la responsabilidad de darle un giro a la arquitectura, ya dispuesta, de su nueva ficción, que si bien está muy por debajo de lo que consiguió con Firefly, ha demostrado de sobra que incluso en una propuesta tan complicada hay espacio para la sorpresa y su veleidosa habilidad para los diálogos fascinantes. Whedon es el rey de la dramedia con estilo, y aunque su nuevo proyecto no ha enamorado todavía, el potencial en sus manos es siempre prometedor.

martes, 28 de abril de 2009

El internado: ingredientes ajenos bien empleados

Se acerca el estreno de la 5ª temporada de El Internado. Para un servidor, frente a otros experimentos narrativos encomiables de la narración española (Guante blanco, Desaparecida, Cuenta atrás) éste es el que mejor ha funcionado en una doble vertiente: por un lado, en audiencia; y por otro -a medias- en lo que sus autores realmente pretendían conseguir por primera vez en España, crear una serie de culto (y no vale la magnífica colección clásica de Historias para no dormir de Chicho IBañez Serrador). En efecto, El Internado es el vivo ejemplo de una serie que quiere triunfar por sus tramas, pero que en último término los hándicaps a la española bien manejados (el product placement, necesidad de torsos desnudos por capítulo, duración de hora y media) han ayudado a asentarse dentro del target juvenil más apetitoso posible.

En primer lugar, abordemos sus bondades, deudoras directamente de Lost, Los Cinco y Harry Potter, entre otras referencias evidentes bien integradas por los guionistas. Las dos últimas son más obvias: los personajes se enfrentan a tramas detectivescas que resuelven en plena cooperación amistosa, no exenta de las vicisitudes de la pubertad (tal y como es el modelo de Los cinco, o los magos); las relaciones con los profesores están tejidas entre la autoridad, la rutina escolar, la sospecha y aquellas que trascienden a la emotividad (Hector-Marcos, Harry-Dumbledore), sin olvidar que los personajes están enmarcados en un internado (Hogwarts) construido sobre pasadizos secretos, habitado por profesores de soterradas intenciones homicidas (que vienen, van, mueren y matan) y rodeado por un bosque oscuro plagado de peligros (y monstruos). Perfectamente, uno puede vender una serie conjugando estos elementos.

Pero el hallazgo más inteligente (en su puesta en práctica, que no en su originalidad precisamente) está en el ritmo y la dosificación de misterios al más puro estilo Carlton Cuse-Damon Lindendof en Perdidos. El empleo del cliffhanger al final de cada capítulo, los misterios que implican giros en las relaciones de confianza de los personajes (cuya ambigüedad da como resultado un gran juego narrativo), la dosificación de las intricadas historias de cada miembro del Laguna Negra (que-nunca-son-lo-que-parecen), el empleo de flasbacks temáticos por capítulo (el plagio más descarado de la serie de J.J.Abrams), el uso de El internado como un personaje más (con su historia, misterios, y escenografía siempre al servicio del argumento) y finalmente, por desgracia, el ¿innecesario? salto sin red hacia la ciencia ficción.

En Perdidos -honestamente- pocas salidas quedaban a la complejidad de sus enigmas, inicialmente planteados sin orden ni concierto y sin un plan maestro, lo que llevó a sus creadores al camino, sinuoso pero bien trazado, de los viajes en el tiempo, los poderes y las anomalías electromagnéticas (elementos que, por si acaso, siempre habían estado presentes). Sin embargo, en El Internado, sorprendentemente -y cómo quedó claro en la segunda temporada- supieron cerrar la trama más peligrosamente fantasiosa -la del monstruo- con una resolución sólida y digna, alejada de humos negros. Y, de repente, a alguien se le ocurrió empañar esta decisión con la aparición de fantasmas, una trama incialmente potente y posteriormente bochornosa que le arrebata credibilidad a la serie y resta impacto a revelaciones posteriores (que incluyen -AVISO DE SPOILERS- el régimen nazi, sin ir más lejos, y un niño capaz de soñar con el futuro).

Taras propias del medio

Pero sin la distracción de críticas gratuitas y prejuiciosas, lo que los guionistas de El internado trataron de construir era más que digno: una mezcla de folletín, drama, suspense, terror y algún punto de desahogo cómico gracias a la participación de las más pequeñas de la serie. ¿Problema? Que para sacar esto adelante y rellenar una hora y media de capítulo deben seguirse unas diez tramas de personajes; que el arco principal de la serie (la desaparición de los Noboa Pazos) no vislumbra un final; que los que adquieren el DVD no tienen porque soportar las escenas obligatorias por capítulo que incluyen una referencia al coche, a la leche y al servicio de envío de paquetes; que el contraste entre los soberbios Amparo Baró/Luis Merlo con Martin Rivas/Ana de Armas son más que notorios; los desnudos gratuitos; las frases demoledoramente tópicas; que no haya nada en el Internado que haga creíble que alguien mandaría a su hijo a ese infierno, y la cutrez de algunos decorados echan por tierra la que podría ser una serie de culto que, pese a todo, está infravalorada, dados los resultados y las cotas de entretenimiento, buena factura y originalidad (o sabio uso de ingredientes ajenos) que han sabido ofrecer, sin decantarse por el culebrón y respetando siempre esa mitología tan advenediza que han sabido asentar.

Como curiosidad, algo que no pasó desapercibido al que esto escribe hace dos años. Se trata del anuncio de la 2ª temporada de El Internado en el que se refuerza la teoría de la influencia de Harry Potter en el alma de esta ficción. En efecto, y no por casualidad, en lugar de usar la partitura más conocida de la saga (obra de John Williams), se decantaron por una bellísima pieza que acompaña "El vuelo del hipogrifo", una de las mejores escenas de la historia de la cinematografía infantil, según Las Horas perdidas, y yo lo secundo entusiasmado. Una escena que el brillante director Alfonso Cuarón (Y tu mamá también, Hijos de los hombres) se sacó de la manga en esa magnífica fábula inspirada en la obra de J.K. Rowling. Aquí dejo ambos videos:


El internado-Harry Potter

Cómo ve Alfonso Cuarón Harry Potter


(Por supuesto, esta corta escena tiene unas 20 veces mayor presupuesto que el Internado en 15 temporadas... de ahí el mérito)

jueves, 16 de abril de 2009

Gossip Girl, enésimo retrato de la frivolidad adolescente (a escala mundial)


Ayer se estrenó en Cuatro la serie Gossip Girl, que emite actualmente el canal norteamericano especializado en adolescentes: "the CW" (fusión de las previamente rivales WB y UPN). La serie está firmada por John Schwartz, el nuevo rey Midas de la pubertad norteamericana más elitista y responsable del rotundo -y efímero- éxito de The OC, un culebrón juvenil como el que aquí se nos ofrece. Ni más ni menos. Gossip Girl no engaña a nadie desde su piloto, es una de esas series de disfrute descerebrado, para quien busque ese disfrute. Vuelve Sensación de vivir (y van...).

Tras la cancelación oficial de The OC en su temporada 4, parecía que Schwartz había asumido el fracaso de su producto estrella, un culebrón de sorprendente repercusión que no supo reinventarse después de perder toda su frescura y desdibujarse entre dramas de similar categoría. Sin embargo, para la CW los buenos tiempos de la serie supusieron currículum suficiente, y le dieron al autor la oportunidad de perfilar dos proyectos que actualmente funcionan más que positivamente: Chuck -comedia adolescente- y Gossip Girl, la que nos ocupa.

La serie toma como punto de partida la serie de novelas de Cecily von Ziegesar para volver a lo que mejor sabe hacer su creador: dar cierta ambigüedad a los estereotipos americanos que componen sus personajes (y que representan el target de la cadena) y ofrecer conflictos mil veces vistos bajo ciertos prismas estéticos de actualidad (la narradora-bloguera, un cuidado extremo en el tratamiento de la moda, una banda sonora que busca identificación mediante el uso de los éxitos más cool del momento...).

Visto así, puede dirimirse que Sensación de vivir es infinito, como los superhéroes, sólo hay que revisionarlos cada dos o tres años. Hasta el espectador menos exigente debería notar el deja vu: desde el punto de partida, "el pez fuera del agua" (un personaje llega/regresa a un ambiente que le es extraño como premisa de partida -que ya se empleó en The O.C. de forma mucho más prometedora-), hasta los conflictos de entrada: protagonista en actitud de romper con el mundo que le rodea y sus consecuentes problemas de adaptación (A) con personajes malvados destinados a humanizarse con el avance de la serie (B), momento en que llega la remodelación del arco narrativo con la reconciliación argumental de ambos (AB). Este es el esquema, desde Sensación de vivir, de la mayoría de dramas adolescentes norteamericanos, largometrajes incluídos. Y va acompañado de mentiras, drogas, celos, engaños, heteros, gays y sexo (en España preferimos decir "mentiras y gordas").

Los tópicos están a la orden del día, y el humor -que tan bien funcionaba en The OC para dar cabida a la autoparodia- carece de cualquier destello de genialidad (lo cual es normal dado el nivel de las interpretaciones, de un plano que asusta). A su vez, el climax del piloto es casi una grosería: el protagonista traspasa la barrera social -elemento de tensión permanente en este mundo de frivolidad- para defender a su hermana a base de puñetazos, en un autoplagio desvergonzado del primer capítulo de la mencionada ópera prima de Schwartz [cuando Ryan Atwood (A) defendía a Seth Cohen de los niños pijos en la fiesta de la playa (B)].

Sin embargo... como decíamos, Gossip Girl no engaña a nadie, da lo que ofrece (un reparto de guaperas, incluidos los padres de los protagonistas, apenas tres o cuatro años mayores que sus hijos), y va dirigida al público objetivo que la adora de forma diáfana, sin menospreciar su inteligencia y provocando su adhesión mediante un -nada fácil- cuidado extremo en su estética. La superficialidad es parte de su propuesta, y es absolutamente autoconsciente, lo cual es una lección a aprender por los guionistas-aleccionadores morales de Física o química, El internado o la extinta Compañeros, por citar tres ejemplos de ficción patria en este género.



Cuatro ha hecho un trabajo ejemplar promocionando -machaconamente- la serie, siguiendo el ejemplo de su campaña americana, vendiendo un erotismo que apenas está latente en las temporadas (hay mejores ejemplos en Google, pero esta foto fue tomada por un servidor en la Gran Manzana). Ahora queda comprobar si los espectadores, sobre todo espectadoras, pasivos/as serán seducidos/as por la propuesta, cuando el target importante que vería la serie en el siglo XX -y que son amantes del glamour, la moda y los chicos ricos de Hollywood- ya lo han visto por internet y sin ese nefasto doblaje en el que se adivinan las voces de los mismos actores de doblaje que participan en toda serie juvenil traducida al idioma de Cervantes.

Ojalá el apagón analógico sirva de algo a este respecto y nos acerque al subtitulado personalizado (y al siglo XXI)...

Ahora quedan ciertas reflexiones en el aire: ¿Se trata del mismo público quien consume con avidez las pijotadas vacuas de Sin tetas no hay paraíso...y el que adora el estilo de vida de la alta sociedad norteamericana adolescente? ¿Ana de Armas y Micha Barton tienen un fandom común? ¿Qué dirán los audímetros españoles, cuando en EE.UU. hablamos de 2,35 millones de audiencia? ¿Cómo reaccionarán los guionistas españoles ante un presunto éxito? ¿Volverán los productores a confiar en Ana Obregón para captar el glamour de España post-TDT, cómo ya ocurrió tras el boom de Sexo en Nueva York?
Actualización 28-04-09
En efecto, como apuntábamos, pese al éxito en lo que respecta al target español de entre 13 y 14 años, el share de Gossip Girl se quedó en un triste 6%, muy por debajo de la media de la cadena de Sogecable. No se trataba, claramente, de un producto de prime time, ya que en España hay que contentar a la audiencia mayoritaria, no a la objetiva... En cualquier caso, la serie ha sido reubicada junto a Perdidos (de cuyo prometedor estreno también hablamos aquí) el domingo, y se espera que el éxito de la ficción de la Abc -que está funcionando bien, aunque puede ser un espejismo- arrastre algunos espectadores a Gossip"", pese a tratarse de productos claramente diferenciados.

lunes, 30 de marzo de 2009

¿Están muertas las sitcom clásicas? Doble negativa

La Facultad Pontificia de Salamanca acogió los días 26, 27 y 28 de junio el Congreso académico y profesional de Creatividad en Televisión: Entretenimiento y Ficción, que contó con la participación de estudiosos y trabajadores de muy diversa procedencia en el terreno. Uno de los paneles sobre ficción -en general, norteamericana-, presentado por Josema Bunaut, hablaba del nuevo humor en las sitcom, de la ruptura que tiene lugar en la actualidad respecto al formato clásico de comedia americana (Seinfield, Cheers) y que tantos éxitos está cosechando, especialmente de crítica, esta apuesta por la originalidad: The Office, Arrested Development, Flight of the Conchords, Entourage, Curb your enthusiasm o 30 Rock son algunos ejemplos de la nueva creatividad en humor norteamericano, libre de las ataduras de las viejas propuestas. Ni risas enlatadas, ni puesta en escena teatral con público en directo ni rechazo al uso de exteriores. La nueva sitcom apuesta por el dinamismo, la mezcla de estilos (fusión con el documental de ficción), cierta aproximación a la "incomodidad" del humor británico, artificios mejor disfrazados: mayor sensación de realidad. Esta ruptura, este nuevo tipo de humor, dice mucho del mérito que ostentan las series de las que vamos a hablar.

Volviendo al congreso, algo interesante sucedió desde las butacas. Durante el turno de preguntas, uno de los asistentes al Congreso lanzó la siguiente cuestión a Bunaut: ¿Están muertas las sitcom clásicas? La respuesta del congresista fue: "Desde mi punto de vista sí, sin duda". La contestación fue contundente. Pero también errada. Si Burnaut estuviese en los cierto, no podríamos estar hablando de las dos propuestas más recientes de la CBS que mejor están funcionando en comedia: Cómo conocí a vuestra madre y The big bang theory.


Cómo conocí a vuestra madre
Esta ficción, creada por Craig Thomas y Carter Bays, ha supuesto un lavado de cara magistral al formato clásico de sitcom. Todo está ahí: risas enlatadas, escenarios fijos... su diseño de producción no parece más caro que el de ls españolas Aída o 7 vidas, y los elementos recurrentes (piso 1, piso 2, el bar de reunión, multiescenario) no difieren demasiado de lo ya visto en otras producciones del mismo corte. El elenco tampoco es especialmente conocido, aunque destaque poderosamente un Neil Patrick Harris brillante, erigido como uno de los grandes talentos de la comedia actual (como respaldan varias nominaciones al Emmy).

¿Por qué hablamos, entonces, de reinvención? Precisamente, porque pese a estas bases, que la atan a su género y su marco dramático, la serie se ve sublimada por una narración novedosa, en constante juego con el espectador, siempre al servicio de historias minúsculas, delirantes, llenas de ingenio, que se mueven alrededor de personajes en estado de gracia: el concepto principal define perfectamente su propuesta. Un padre del año 2030 cuenta a sus hijos -y al espectador- la historia de cómo conoció a la madre de éstos. Sin embargo, este no va a ser un relato corto, ni vamos a saber pronto quién es esa madre. De esta forma, las historias nunca pierden esa sensación de permanente flasback, y la narración omnisciente, engañosa, confusa y siempre irónica nos lleva de un punto a otro de las historias de forma siempre eficiente (por su fácil comprensión) y brillante (por su resultado), con algana que otra genialidad formal. Ejemplo:


No es de extrañar que la Sexta haya decidido programar esta serie como lead-in de Sé lo que hicistéis, ahora que el programa no acompaña. Si Friends le funcionó bien a Cuatro en la sobremesa, "Cómo conocí..." tiene todo para encandilar a esta audiencia.


The big bang theory
Los trasvases entre ficción británica-ficción norteamericana son tema de estudio (por ejemplo, en el congreso mencionado) por su aumento descarado en los últimos años, en mutuo beneficio. Las ideas de las series británicas son inagotables, exquisitas en la mayoría de los casos, y su producción tiene unas cuotas de ingenio que le vienen muy bien a los creativos americanos. De estas hermandades hay ejemplos varios, con mejor o peor fortuna (del éxito histórico de ambas The Office a la pobreza de la versión americana de Life on Mars y el presunto fracaso que será su traducción española, La chica de ayer). En el caso de The big bang theory, sin poder hablar de compra, adaptación ni -exactamente- plagio, puede decirse que sí hay una clara influencia de la magnífica -y muy inglesa- The IT crowd (Los informáticos).

Esta serie con alma y forma de sitcom clásica es exactamente lo que parece, si bien su temática se centra en unos personajes socialmente poco adaptados que en España llamamos cariñosa y condescendientemente"frikis". De sus relaciones con el elemento de fricción -una vecina cañón ajena al mundo de juegos de rol de sus compañeros- surgen la mayoría de las tramas de una serie que empezó asentada en los convencionalismos más simplones, para irse desarrollando en calidad gracias a sus personajes y especialmente, otra vez, entorno a uno de sus actores, que interpreta a un secundario reconvertido en eje de la serie: Sheldon Cooper (Jim Parson), el paradigma de cerebrito asocial incapaz de conectar con más emociones que las que ofrecen los cómics y los videojuegos, y que acapara la inteligencia de la comicidad de la serie, sobretodo en las referencias banales que el personaje se ve siempre obligado a decodificar mediante brillantes monólogos científicos. Ejemplo de todo lo dicho:


He aquí, por tanto, dos novedosas series de la misma cadena -hay sitcom veteranas que aún sobreviven, como Dos hombres y medio- que responden a la pregunta: ¿están muertas las sitcom clásicas? Mientras exista el ingenio, mientras un formato sepa reinventarse y utilizar el medio como canal de inteligencia y buen humor, esperamos que la respuestas sea NO.

lunes, 23 de marzo de 2009

Batallas espaciales que exploran el alma humana


Hace cinco años, los guionistas Ronald D. Moore y Glen A. Larson afrontaron el reto de hacer un remake de una space ópera de los 80, Battlestar Galactica, una miniserie de dos capítulos para el innovador canal temático Sci-Fi. El éxito de público y crítica propició su expansión a cuatro temporadas más que constituyen, finalmente, una de las mejores series de la historia. El pasado sábado, esta serie llegó a su final, con el capítulo 20 de su cuarta temporada, Daybreak. Sin renunciar a la belleza de su estética ni al reconocido riesgo de en sus decisiones narrativas, Galáctica se despidió de la audiencia de forma magistral, cerrando uno a uno sus arcos argumentales, que confluyeron en un epílogo lleno de sentido no sólo en la trama, sino también en su particular tratado sobre las complejidades del ser humano, su análisis sobre la civilización y una maravillosa lección sobre política y religión. Una visión que ha llevado a parte del equipo creativo y del elenco de la serie a la ONU, invitados para establecer un diálogo sobre alguno de los temas de la serie que afectan a la humanidad: los derechos humanos, el terrorismo, los menores y los conflictos armados, además de la reconciliación y el diálogo entre civilizaciones.

Ciencia ficción + política, religión, ética y filosofía
El argumento parte de la siguiente premisa. Los Cylons son unos robots creados por los humanos en una época indefinida de evidente progreso tecnológico. Tras años de esclavitud, los autómatas se rebelan, provocando una guerra civil que finaliza con el éxodo de los Cylons del planeta en el que habitan los seres humanos, Cáprica. 40 años después, estos robots han evolucionado hasta adquirir en todos los aspectos forma humana -así como muchas nuestras inquietudes-, y sirviéndose del engaño son capaces de penetrar en el sistema de defensa de Cáprica, alcanzando la destrucción del planeta. Los apenas 40.000 supervivientes de la Humanidad se embarcan en una travesía espacial en el interior de un viejo carguero llamado Galáctica, que pretende escapar de los Cylons y encontrar otro hogar... un viejo planeta en el que se dice que vivían los acestros de los seres humanos, la Tierra.


La calidad de Galáctica se asienta en varios pilares: por un lado, se trata de una serie de ciencia ficción sin fisuras, respetuosa con las mitologías clásicas de los dramas espaciales y, especialmente, con la de la versión original de los 80. De esta forma, las batallas contra naves enemigas, la jerga militar o el conflicto hombre-máquina permanecen de forma inalterable en el envoltorio de la producción, no sin particularidades que la hacen más atractiva. De hecho, los efectos especiales de la serie están especialmente cuidados y se han hecho con numerosos premios, entre ellos un Emmy en 2007 por el capítulo final de la 2ª temporada. La serie, además, ha recibido más de una veintena de premios y reconocimientos por sus guiones y su reparto, y ha estado en la lista de las 50 mejores series de TV de la historia en las publicaciones Tv Guide y Empire.

En segundo lugar, y lo que ha hecho a tanta gente acercarse a Galáctica, es su forma de trascender este envoltorio de ciencia-ficción con historias de contenido filosófico, político y religioso, mediante un marcado sentido metafórico de permanente referencia al mundo actual y, también, a la filosofía griega. El gran atractivo de la premisa es la reducción de la civilización a apenas 40.000 supervivientes en un "submarino" gigante, claustrofóbico, un escenario de introspección que engrandece cada conflicto, confiriendo especial gravedad al más nimio dilema moral. Los protagonistas, durante las 4 temporadas de la serie, han cometido genocidio por el bien común, jugueteado con las políticas sobre el aborto, manifestado dilemas raciales, justificado la necesidad del contrabando como complemento del mercado regular, realizado consejos de guerra secretos, obstruido al gobierno mediante golpes de estado e incluso articulado un discurso sobre el papel de la prensa a la hora de reconciliar a los civiles y el ejército ante la depresión colectiva, y han demostrado el poder de las trasmisiones de radio clandestinas y los manifiestos planfletarios en la transición de un ególatra cobarde y manipulador a héroe de masas, cuando la situación es de desesperanza.
Galáctica nos muestra el lado más descarnado de la humanidad, y sus tramas exploran los límites de la vileza, de la supervivencia, del amor, y también de la necesidad de los seres de someterse a un bien superior. En efecto, uno de los planteamientos más interesantes de la serie es la diferencia entre la concepción de los humanos, que creen en el politeísmo, mientras que los Cylons parecen someterse a un único dios. En realidad, lo que late bajo estas concepciones, es la pregunta sobre qué nos hace humanos. En el desarrollo de su historia, el espectador -al mismo tiempo que sus protagonistas- irá descubriendo que muchos de los personajes que creíamos humanos son en realidad Cylons infiltrados, siempre al servicio de un plan mayor que nos será revelado al final de la serie.


Un milagro
Galáctica es una de las pocas producciones que pueden y han sabido terminar, sin que la audiencia o las ambiciones de una cadena cercenen su propuesta inicial. En este sentido, Galáctica es un milagro, una película de cuatro días de duración, ejemplo de la ciencia-ficción más madura, heredada desde 2001: Odisea en el Espacio, y ejemplo de estilo, inteligencia y coherencia sin que esto suponga taras a un espectáculo de puro entretenimiento. Es también la razón por la que se dice que si hoy Shakespeare estuviera vivo, haría televisión. Gracias a Galáctica, quizá hasta se atreviera con la ciencia ficción.

lunes, 16 de marzo de 2009

Cuatro y Perdidos: la lucha por recuperar al espectador activo


La emisora de Sogecable se ha hecho con los derechos de una de las ficciones más complejas de los últimos años, Perdidos, en una arriesgada operación que implica recuperar esta popular serie tras su paso por TVE, donde, a pesar de su éxito inicial, el programa se fue hundiendo en una audiencia apenas simbólica, y que no cumplía con la media de su canal temático, la 2. Este fracaso -a priori incomprensible, si se tiene en cuenta que Perdidos se ha convertido en un fenómeno fan sin precedentes en la televisión, y que cuenta con más de una decena de blogs en español enteramente dedicados a su mitología- fue achacado a una política de programación errónea. ¿Realmente fue así? En ese caso, ¿que estrategia seguirá Cuatro?

Cuanto menos, el anuncio parece prometedor, en un inteligente ejercicio de asimilación de lo que Perdidos y, en especial, su creador, J.J. Abrahams, han traído al mundo de la televisión: acertijo, expectación, márketing viral en las propias entrañas de su argumento. Sin anuncio previo ni información posterior, en una franja de máxima audiencia (la pausa publicitaria de House, el programa estrella de la cadena) un rótulo de "Cuatro" rotaba ligeramente hacia un primer plano, emulando el mismo formato de la presentación de Perdidos, dejando al espectador anonadado. No a cualquiera, desde luego: el anuncio era un guiño a los "frikis" del show y un reclamo al neófito. Los blogs y páginas de televisión estallaron desde ese mismo momento y dieron cabida a las especulaciones que inundaron la red apropósito de la misteriosa, inexplicable cortina. Cuatro había logrado su objetivo. Al día siguiente se confirmó la noticia: el canal del Grupo Prisa emitirá la serie desde el inicio y hasta el final.


Programación ejemplar

Esta publicidad, tan escueta, tan aparentemente nimia, no sólo suelta el anzuelo para la audiencia. Además, demuestra la fidelidad con la que se pretende abordar un programa de éxito internacional torpemente tratado en la televisión pública, el cariño puesto en una producción arriesgada y, lo más importante, es una declaración de principios a los fans: Cuatro entiende la serie que tiene entre las manos.

El comunicado de prensa de Cuatro aclara los términos de la "resurreción", prevista de forma ejemplar. Se emitirán en prime time sólo los capítulos de nueva hornada, aunque primero se pasarán las tres primeras temporadas para que cualquier espectador pueda ponerse al día. En segundo lugar, la intención es que esto se haga de forma que, el año que viene, pueda emitirse la última temporada, y que así coincida con su pase a nivel mundial -nótese que esto situaría a la televisión española, por fin, al nivel de otros países europeos, que emiten Perdidos casi de forma simultánea a su emisión norteamericana.

Elena Sánchez, responsable de programación de Cuatro, ha reconocido que la decisión se apoya principalmente en el TARGET de la serie, un público joven pero fiel, extremedamente fiel, al que hay que mimar. Perdidos no es Los Serrano, ni es Aída. Esta serie no pretende llegar al niño y al abuelo. Sus tramas no son fáciles de seguir. Muy al contrario, se trata de una ficción de carácter fuertemente serial, exigente con el espectador, que a las referencias anecdóticas sobre filosofía o literatura se le imponen las de su propia mitología, una mitología de misterio, aventura, terror y ciencia-ficción que ha cautivado a medio mundo. Y ése es el problema, también el de Cuatro.

Perdidos es una serie estrenada en 2004, con más de 100 capítulos emitidos y que ha sabido beber como ninguna otra de su principal fuente de expansión: internet. Se trata de una de esas series que motivaron la huelga de guionistas que tuvo lugar en Hollywood el año pasado: en efecto, los escritores son cada día más conscientes de que el espectador actual -y especialmente el de series como Perdidos- es de todo menos pasivo. El espectador actual no espera un día, una hora, para ver un capítulo con cortes publicitarios. Es capaz de gestionar su entretenimiento cómo ycuando quiere. Precisamente, lo que pedían estos guionistas era percibir parte del beneficio de su trabajo que proviene de internet.

TVE no fue capaz de motivar al espectador pasivo que ve televisión en su casa porque Perdidos no se puede seguir según el modelo tradicional. Del mismo modo, el espectador activo ya había visto todo el material que el canal público podía ofrecerle sobre su serie favorita y no se sentía tentado a revisitarlo en unos horarios intempestivos. ¿Se le habrá pasado el arroz a la televisión española clásica con Perdidos? ¿Existe realmente una programación adecuada para conciliar al espectador activo y el modelo tradicional? ¿Admite Perdidos nuevos espectadores que no hayan sido tentados, a estas alturas, por su adquisición previa, legal o ilegal?

En cualquier caso, Cuatro ha dado un paso adelante en un intento por tratar con respeto y seriedad a un espectador desencantado, que ha recibido de forma entusiasta esta noticia. Namaste y buena suerte.