lunes, 30 de marzo de 2009

¿Están muertas las sitcom clásicas? Doble negativa

La Facultad Pontificia de Salamanca acogió los días 26, 27 y 28 de junio el Congreso académico y profesional de Creatividad en Televisión: Entretenimiento y Ficción, que contó con la participación de estudiosos y trabajadores de muy diversa procedencia en el terreno. Uno de los paneles sobre ficción -en general, norteamericana-, presentado por Josema Bunaut, hablaba del nuevo humor en las sitcom, de la ruptura que tiene lugar en la actualidad respecto al formato clásico de comedia americana (Seinfield, Cheers) y que tantos éxitos está cosechando, especialmente de crítica, esta apuesta por la originalidad: The Office, Arrested Development, Flight of the Conchords, Entourage, Curb your enthusiasm o 30 Rock son algunos ejemplos de la nueva creatividad en humor norteamericano, libre de las ataduras de las viejas propuestas. Ni risas enlatadas, ni puesta en escena teatral con público en directo ni rechazo al uso de exteriores. La nueva sitcom apuesta por el dinamismo, la mezcla de estilos (fusión con el documental de ficción), cierta aproximación a la "incomodidad" del humor británico, artificios mejor disfrazados: mayor sensación de realidad. Esta ruptura, este nuevo tipo de humor, dice mucho del mérito que ostentan las series de las que vamos a hablar.

Volviendo al congreso, algo interesante sucedió desde las butacas. Durante el turno de preguntas, uno de los asistentes al Congreso lanzó la siguiente cuestión a Bunaut: ¿Están muertas las sitcom clásicas? La respuesta del congresista fue: "Desde mi punto de vista sí, sin duda". La contestación fue contundente. Pero también errada. Si Burnaut estuviese en los cierto, no podríamos estar hablando de las dos propuestas más recientes de la CBS que mejor están funcionando en comedia: Cómo conocí a vuestra madre y The big bang theory.


Cómo conocí a vuestra madre
Esta ficción, creada por Craig Thomas y Carter Bays, ha supuesto un lavado de cara magistral al formato clásico de sitcom. Todo está ahí: risas enlatadas, escenarios fijos... su diseño de producción no parece más caro que el de ls españolas Aída o 7 vidas, y los elementos recurrentes (piso 1, piso 2, el bar de reunión, multiescenario) no difieren demasiado de lo ya visto en otras producciones del mismo corte. El elenco tampoco es especialmente conocido, aunque destaque poderosamente un Neil Patrick Harris brillante, erigido como uno de los grandes talentos de la comedia actual (como respaldan varias nominaciones al Emmy).

¿Por qué hablamos, entonces, de reinvención? Precisamente, porque pese a estas bases, que la atan a su género y su marco dramático, la serie se ve sublimada por una narración novedosa, en constante juego con el espectador, siempre al servicio de historias minúsculas, delirantes, llenas de ingenio, que se mueven alrededor de personajes en estado de gracia: el concepto principal define perfectamente su propuesta. Un padre del año 2030 cuenta a sus hijos -y al espectador- la historia de cómo conoció a la madre de éstos. Sin embargo, este no va a ser un relato corto, ni vamos a saber pronto quién es esa madre. De esta forma, las historias nunca pierden esa sensación de permanente flasback, y la narración omnisciente, engañosa, confusa y siempre irónica nos lleva de un punto a otro de las historias de forma siempre eficiente (por su fácil comprensión) y brillante (por su resultado), con algana que otra genialidad formal. Ejemplo:


No es de extrañar que la Sexta haya decidido programar esta serie como lead-in de Sé lo que hicistéis, ahora que el programa no acompaña. Si Friends le funcionó bien a Cuatro en la sobremesa, "Cómo conocí..." tiene todo para encandilar a esta audiencia.


The big bang theory
Los trasvases entre ficción británica-ficción norteamericana son tema de estudio (por ejemplo, en el congreso mencionado) por su aumento descarado en los últimos años, en mutuo beneficio. Las ideas de las series británicas son inagotables, exquisitas en la mayoría de los casos, y su producción tiene unas cuotas de ingenio que le vienen muy bien a los creativos americanos. De estas hermandades hay ejemplos varios, con mejor o peor fortuna (del éxito histórico de ambas The Office a la pobreza de la versión americana de Life on Mars y el presunto fracaso que será su traducción española, La chica de ayer). En el caso de The big bang theory, sin poder hablar de compra, adaptación ni -exactamente- plagio, puede decirse que sí hay una clara influencia de la magnífica -y muy inglesa- The IT crowd (Los informáticos).

Esta serie con alma y forma de sitcom clásica es exactamente lo que parece, si bien su temática se centra en unos personajes socialmente poco adaptados que en España llamamos cariñosa y condescendientemente"frikis". De sus relaciones con el elemento de fricción -una vecina cañón ajena al mundo de juegos de rol de sus compañeros- surgen la mayoría de las tramas de una serie que empezó asentada en los convencionalismos más simplones, para irse desarrollando en calidad gracias a sus personajes y especialmente, otra vez, entorno a uno de sus actores, que interpreta a un secundario reconvertido en eje de la serie: Sheldon Cooper (Jim Parson), el paradigma de cerebrito asocial incapaz de conectar con más emociones que las que ofrecen los cómics y los videojuegos, y que acapara la inteligencia de la comicidad de la serie, sobretodo en las referencias banales que el personaje se ve siempre obligado a decodificar mediante brillantes monólogos científicos. Ejemplo de todo lo dicho:


He aquí, por tanto, dos novedosas series de la misma cadena -hay sitcom veteranas que aún sobreviven, como Dos hombres y medio- que responden a la pregunta: ¿están muertas las sitcom clásicas? Mientras exista el ingenio, mientras un formato sepa reinventarse y utilizar el medio como canal de inteligencia y buen humor, esperamos que la respuestas sea NO.

lunes, 23 de marzo de 2009

Batallas espaciales que exploran el alma humana


Hace cinco años, los guionistas Ronald D. Moore y Glen A. Larson afrontaron el reto de hacer un remake de una space ópera de los 80, Battlestar Galactica, una miniserie de dos capítulos para el innovador canal temático Sci-Fi. El éxito de público y crítica propició su expansión a cuatro temporadas más que constituyen, finalmente, una de las mejores series de la historia. El pasado sábado, esta serie llegó a su final, con el capítulo 20 de su cuarta temporada, Daybreak. Sin renunciar a la belleza de su estética ni al reconocido riesgo de en sus decisiones narrativas, Galáctica se despidió de la audiencia de forma magistral, cerrando uno a uno sus arcos argumentales, que confluyeron en un epílogo lleno de sentido no sólo en la trama, sino también en su particular tratado sobre las complejidades del ser humano, su análisis sobre la civilización y una maravillosa lección sobre política y religión. Una visión que ha llevado a parte del equipo creativo y del elenco de la serie a la ONU, invitados para establecer un diálogo sobre alguno de los temas de la serie que afectan a la humanidad: los derechos humanos, el terrorismo, los menores y los conflictos armados, además de la reconciliación y el diálogo entre civilizaciones.

Ciencia ficción + política, religión, ética y filosofía
El argumento parte de la siguiente premisa. Los Cylons son unos robots creados por los humanos en una época indefinida de evidente progreso tecnológico. Tras años de esclavitud, los autómatas se rebelan, provocando una guerra civil que finaliza con el éxodo de los Cylons del planeta en el que habitan los seres humanos, Cáprica. 40 años después, estos robots han evolucionado hasta adquirir en todos los aspectos forma humana -así como muchas nuestras inquietudes-, y sirviéndose del engaño son capaces de penetrar en el sistema de defensa de Cáprica, alcanzando la destrucción del planeta. Los apenas 40.000 supervivientes de la Humanidad se embarcan en una travesía espacial en el interior de un viejo carguero llamado Galáctica, que pretende escapar de los Cylons y encontrar otro hogar... un viejo planeta en el que se dice que vivían los acestros de los seres humanos, la Tierra.


La calidad de Galáctica se asienta en varios pilares: por un lado, se trata de una serie de ciencia ficción sin fisuras, respetuosa con las mitologías clásicas de los dramas espaciales y, especialmente, con la de la versión original de los 80. De esta forma, las batallas contra naves enemigas, la jerga militar o el conflicto hombre-máquina permanecen de forma inalterable en el envoltorio de la producción, no sin particularidades que la hacen más atractiva. De hecho, los efectos especiales de la serie están especialmente cuidados y se han hecho con numerosos premios, entre ellos un Emmy en 2007 por el capítulo final de la 2ª temporada. La serie, además, ha recibido más de una veintena de premios y reconocimientos por sus guiones y su reparto, y ha estado en la lista de las 50 mejores series de TV de la historia en las publicaciones Tv Guide y Empire.

En segundo lugar, y lo que ha hecho a tanta gente acercarse a Galáctica, es su forma de trascender este envoltorio de ciencia-ficción con historias de contenido filosófico, político y religioso, mediante un marcado sentido metafórico de permanente referencia al mundo actual y, también, a la filosofía griega. El gran atractivo de la premisa es la reducción de la civilización a apenas 40.000 supervivientes en un "submarino" gigante, claustrofóbico, un escenario de introspección que engrandece cada conflicto, confiriendo especial gravedad al más nimio dilema moral. Los protagonistas, durante las 4 temporadas de la serie, han cometido genocidio por el bien común, jugueteado con las políticas sobre el aborto, manifestado dilemas raciales, justificado la necesidad del contrabando como complemento del mercado regular, realizado consejos de guerra secretos, obstruido al gobierno mediante golpes de estado e incluso articulado un discurso sobre el papel de la prensa a la hora de reconciliar a los civiles y el ejército ante la depresión colectiva, y han demostrado el poder de las trasmisiones de radio clandestinas y los manifiestos planfletarios en la transición de un ególatra cobarde y manipulador a héroe de masas, cuando la situación es de desesperanza.
Galáctica nos muestra el lado más descarnado de la humanidad, y sus tramas exploran los límites de la vileza, de la supervivencia, del amor, y también de la necesidad de los seres de someterse a un bien superior. En efecto, uno de los planteamientos más interesantes de la serie es la diferencia entre la concepción de los humanos, que creen en el politeísmo, mientras que los Cylons parecen someterse a un único dios. En realidad, lo que late bajo estas concepciones, es la pregunta sobre qué nos hace humanos. En el desarrollo de su historia, el espectador -al mismo tiempo que sus protagonistas- irá descubriendo que muchos de los personajes que creíamos humanos son en realidad Cylons infiltrados, siempre al servicio de un plan mayor que nos será revelado al final de la serie.


Un milagro
Galáctica es una de las pocas producciones que pueden y han sabido terminar, sin que la audiencia o las ambiciones de una cadena cercenen su propuesta inicial. En este sentido, Galáctica es un milagro, una película de cuatro días de duración, ejemplo de la ciencia-ficción más madura, heredada desde 2001: Odisea en el Espacio, y ejemplo de estilo, inteligencia y coherencia sin que esto suponga taras a un espectáculo de puro entretenimiento. Es también la razón por la que se dice que si hoy Shakespeare estuviera vivo, haría televisión. Gracias a Galáctica, quizá hasta se atreviera con la ciencia ficción.

lunes, 16 de marzo de 2009

Cuatro y Perdidos: la lucha por recuperar al espectador activo


La emisora de Sogecable se ha hecho con los derechos de una de las ficciones más complejas de los últimos años, Perdidos, en una arriesgada operación que implica recuperar esta popular serie tras su paso por TVE, donde, a pesar de su éxito inicial, el programa se fue hundiendo en una audiencia apenas simbólica, y que no cumplía con la media de su canal temático, la 2. Este fracaso -a priori incomprensible, si se tiene en cuenta que Perdidos se ha convertido en un fenómeno fan sin precedentes en la televisión, y que cuenta con más de una decena de blogs en español enteramente dedicados a su mitología- fue achacado a una política de programación errónea. ¿Realmente fue así? En ese caso, ¿que estrategia seguirá Cuatro?

Cuanto menos, el anuncio parece prometedor, en un inteligente ejercicio de asimilación de lo que Perdidos y, en especial, su creador, J.J. Abrahams, han traído al mundo de la televisión: acertijo, expectación, márketing viral en las propias entrañas de su argumento. Sin anuncio previo ni información posterior, en una franja de máxima audiencia (la pausa publicitaria de House, el programa estrella de la cadena) un rótulo de "Cuatro" rotaba ligeramente hacia un primer plano, emulando el mismo formato de la presentación de Perdidos, dejando al espectador anonadado. No a cualquiera, desde luego: el anuncio era un guiño a los "frikis" del show y un reclamo al neófito. Los blogs y páginas de televisión estallaron desde ese mismo momento y dieron cabida a las especulaciones que inundaron la red apropósito de la misteriosa, inexplicable cortina. Cuatro había logrado su objetivo. Al día siguiente se confirmó la noticia: el canal del Grupo Prisa emitirá la serie desde el inicio y hasta el final.


Programación ejemplar

Esta publicidad, tan escueta, tan aparentemente nimia, no sólo suelta el anzuelo para la audiencia. Además, demuestra la fidelidad con la que se pretende abordar un programa de éxito internacional torpemente tratado en la televisión pública, el cariño puesto en una producción arriesgada y, lo más importante, es una declaración de principios a los fans: Cuatro entiende la serie que tiene entre las manos.

El comunicado de prensa de Cuatro aclara los términos de la "resurreción", prevista de forma ejemplar. Se emitirán en prime time sólo los capítulos de nueva hornada, aunque primero se pasarán las tres primeras temporadas para que cualquier espectador pueda ponerse al día. En segundo lugar, la intención es que esto se haga de forma que, el año que viene, pueda emitirse la última temporada, y que así coincida con su pase a nivel mundial -nótese que esto situaría a la televisión española, por fin, al nivel de otros países europeos, que emiten Perdidos casi de forma simultánea a su emisión norteamericana.

Elena Sánchez, responsable de programación de Cuatro, ha reconocido que la decisión se apoya principalmente en el TARGET de la serie, un público joven pero fiel, extremedamente fiel, al que hay que mimar. Perdidos no es Los Serrano, ni es Aída. Esta serie no pretende llegar al niño y al abuelo. Sus tramas no son fáciles de seguir. Muy al contrario, se trata de una ficción de carácter fuertemente serial, exigente con el espectador, que a las referencias anecdóticas sobre filosofía o literatura se le imponen las de su propia mitología, una mitología de misterio, aventura, terror y ciencia-ficción que ha cautivado a medio mundo. Y ése es el problema, también el de Cuatro.

Perdidos es una serie estrenada en 2004, con más de 100 capítulos emitidos y que ha sabido beber como ninguna otra de su principal fuente de expansión: internet. Se trata de una de esas series que motivaron la huelga de guionistas que tuvo lugar en Hollywood el año pasado: en efecto, los escritores son cada día más conscientes de que el espectador actual -y especialmente el de series como Perdidos- es de todo menos pasivo. El espectador actual no espera un día, una hora, para ver un capítulo con cortes publicitarios. Es capaz de gestionar su entretenimiento cómo ycuando quiere. Precisamente, lo que pedían estos guionistas era percibir parte del beneficio de su trabajo que proviene de internet.

TVE no fue capaz de motivar al espectador pasivo que ve televisión en su casa porque Perdidos no se puede seguir según el modelo tradicional. Del mismo modo, el espectador activo ya había visto todo el material que el canal público podía ofrecerle sobre su serie favorita y no se sentía tentado a revisitarlo en unos horarios intempestivos. ¿Se le habrá pasado el arroz a la televisión española clásica con Perdidos? ¿Existe realmente una programación adecuada para conciliar al espectador activo y el modelo tradicional? ¿Admite Perdidos nuevos espectadores que no hayan sido tentados, a estas alturas, por su adquisición previa, legal o ilegal?

En cualquier caso, Cuatro ha dado un paso adelante en un intento por tratar con respeto y seriedad a un espectador desencantado, que ha recibido de forma entusiasta esta noticia. Namaste y buena suerte.