lunes, 21 de junio de 2010

Liberados del tiempo y el espacio

La estatua era una figura egipcia. Hala. No pregunteis más.

Casi cualquier ficción seriada que se precie incluye, al menos, un juego temporal. Desde I love Lucy, que ya empleó el flashback en un capítulo de su cuarta temporada, pasando por Maverick -que nos ofrecía un flashforward en cada introducción- (como hacen a menudo Breaking Bad, Cuenta Atrás, Alias) o el eterno flashback de Aquellos Maravillosos Años (presente hoy en series como Como conocí a vuestra madre o Cuéntame) hasta llegar a la explosión actual: Cold Case, 24, Lost, How i met your mother, Damages, y un larguísimo etcétera de producciones cuyas franquicias están enteramente centradas en su forma de emplear el tiempo.

A veces, el tiempo nace de la muerte. El conocido Jon Gillis -el mítico guionista que flotaba en una piscina en El crepúsculo de los dioses- parece una inspiración probable para la difunta voz narradora de Mujeres Desesperadas (que tuvo su eco en España en la fracasada Gominolas). Y esta relación es estrecha.

¿Qué tenía el hermano de Jacob con Ecko? ¿Pelea de black guys?

Esclavizados por el tiempo y el espacio
Lost padece las dos observaciones de Allan, y casi se revelan proféticas si atendemos a su conclusión.Durante el transcurso de la serie la estructura se fue complicando: los flashbacks externos pasaron, en ocasiones, a ser internos para explicar omisiones forzadas de momentos de la isla (Capítulos 2x07, “Los otros 48 días”; 2x15, “Maternity Leave”; 2x20, “Two for the road”), así como capítulos que mezclaban flashbacks y viajes en el tiempo (3x07, “Flashback before your eyes”). Durante la tercera temporada, la serie echó mano de historias totalmente insustanciales para el relato (Capítulo 3x10 “Not in Portland”), que llevaron a los productores a sentarse con la cadena ABC y firmar la conclusión de la serie prevista para los próximos tres años. En la tercera temporada, un “huevo de pascua” (en concreto una escena que, escuchada a la inversa, descubría una pista de los creadores) anunciaba que “sólo los idiotas son esclavizados por el tiempo y el espacio”, advirtiendo de alguna manera a su audiencia lo que les iba a ocurrir en las próximas temporadas si seguían viendo la serie: flashforwards mixtos (pues engarzaban al final de la 4º temporada con los acontecimientos narrados en su transcurso), viajes en el tiempo reales de los propios personajes y, finalmente, lo que ha venido a denominarse “flash-sideways” (y que quién sabe si no será un término que pase a la historia de la narratología de aquí en adelante), que narran la historia alternativa de los personajes si estos no se hubieran estrellado en la isla. O no.

Lo que sí es cierto es que Lost ha desarrollado uno de las tendencias que Allan señala en su artículo respecto a las ficciones que emplean isocronías y acaban versando sobre el tiempo: “La responsabilidad de los personajes de estas modular narratives no es tanto la imposibilidad de generar cambios [en la diégesis] como de llegar a un acuerdo con sus destinos”. En efecto, haber concedido protagonismo a una secuencia de números, la premisa -establecida desde el piloto- del bien y el mal (y la metáfora del backgammon), la teoría de los seis grados, las menciones al electromagnetismo e incluso la habilidad de uno de los personajes para ver el futuro no parecieron ser influencias tan fuertes en el devenir de la serie como el hecho de tener que justificar la curiosidad de un narrador especialmente puntilloso a la hora de narrar las historias cruzadas entre los protagonistas de la mitología y la cada vez más tentadora relación de todo lo ocurrido con la predeterminación de acabar en la isla; es decir, la tentación narrativa de ordenar el caos. Citando a Allan, de nuevo, “estos relatos que versan sobre la absoluta contingencia y la ambigüedad de las conexiones interpersonales abre la veda a las relaciones humanas (…) y no hace sino ordenar emocionalmente, interpretar esa contingencia”. En efecto, el creador subraya y organiza los retazos temporales a los que accedemos para dotarlos de sentido, haciendo que de el caos de la propia historia se cree un sentido de orden.


Muerte y significado
Y en este orden vuelve la muerte. No me importa que Jack muera sacrificándose como un líder mesiánico, aunque haya muerto por una de las razones más estúpidas e improvisadas que podían ingeniar los guionistas (tapar bien el corcho de la isla). Realmente, se siente como una conclusión.

En la serie, a partir de cierto momento -concretamente, el flashback de Shannon, en el capítulo 2x07, Abandoned-, los personajes principales acostumbraron a morir una vez que la serie nos ofrecía su último relato (como comprobamos con Ana Lucía, Eko, Daniel Faraday... o, claro, Adán y Eva). Esto llega a su extremo en el final. Si los protagonistas -y los espectadores- vivieron al principio la sugerencia de una conexión predestinada entre sus historias, finalmente nos enfrentamos a una afirmación explícita, zambullida en el misticismo más absoluto, en la afirmación de uno o varios dioses que pretenden dotar de sentido al relato. Jack y compañía, junto a nosotros, pasaron de estar esclavizados por la propuesta formal de la serie -de flashbacks y flashforwards - a moverse directamente en el tiempo. En este desenlace se nos propone que todos nos liberemos de esas ataduras. "Move on, Let it go".

Ey, Jack, ¿por qué tú has traído a tu padre? ¿Los nuestros no pueden venir?
Me temo que, precisamente por eso, el final de Lost es una traición a todos los niveles, porque nos entrega el final de una fábula cuando nosotros seguíamos una historia con tintes de ciencia ficción. Los productores aseguraron -y , por eso, los fans perdonamos- que el salto directo a la ciencia ficción que se produjo en la 5ª temporada era un cambio de rumbo necesario para explicar la trama. Pero ni el drama estuvo bien resuelto (¿quién era Locke? ¿Por qué era especial?), ni la ciencia ficción sirvió para nada (la rueda se hizo para mover agua y luz... ¿cómo? ¿por qué?;) y lo único que importó en último término fue esa realidad mística creada a última hora y sin demasiado sentido, ese purgatorio que confundió y restó emoción a la verdadera historia durante toda la temporada para finalmente revelarse como la más perezosa, reaccionaria y moralizante versión de un final que todos habíamos soñado distinto. Y, seguramente, mejor. No en vano, Lost ha tenido los guionistas más inteligentes de la Historia: sus espectadores. Que al final tuvieron que comerse con patatas el plato frío que Cuse y Lindelof les devolvían: un desenlace mil veces descartado, simplemente rebozado y reubicado en el menú.

Como el resto de ficciones de la Tercera Edad Dorada de la TV (ya más que dejada atrás) Lost ha tenido problemas para estar a la altura de su inicio, de su propia grandeza. El pacto de los guionistas de una "conclusión satisfactoria" en la 3ª temporada fue una farsa; la promesa de respuestas fue una farsa; las pocas pero explícitas respuestas fueron también una farsa y este final azucarado en el que se dice al espectador que nada importa salvo Dios es una traición a su historia, a los ángulos desde los cuales los propios guionistas enfocaron las tramas y, sobretodo, a sus personajes.

Hay mucha tela que cortar, demasiado que decir, y según se asimila que ha terminado, más aspectos invita la serie a explorar (formales, narrativos, temáticos, dramáticos, globales).

En cualquier caso, sin llegar a los extremos de Twin Peaks... Lost será siempre una de las mejores epopeyas televisivas de la Historia. Lástima que al final le faltara inteligencia para resolver su propio puzzle.

sábado, 8 de mayo de 2010

Doctor Who: dont blink!


Voy a ser breve. Ver Doctor Who tiene mucho de suplicio, en un principio, para un neófito que no esté especialmente bregado en la ciencia ficción familiar en televisión. Y levanto la mano. Tampoco ayudan la modestia de los efectos digitales ni la indolencia inglesia hacia el negrísimo humor de la fantasía infantil.

Dicho esto, y "esto" es un brevísimo párrafo de advertencia respecto a mi primer contacto con Doctor Who (pongamos... ¿4 o 5 episodios?) me veo en la obligación de asegurar que es una serie magnífica, que ha sabido renacer de qué-sé-yo que insana longevidad de capítulos precedentes (la serie del 1963 tiene... ¡26 temporadas!), y que Russel T. Davies tiene el mérito infinito de este reset, que ha reimaginado una mitología épica, conmovedora, a ratos brillante, mágica y -no sé exactamente por qué voy a usar esta palabra- acogedora.

Es cierto. Esta serie habla de un alienígena/deidad (con cuerpo y alma de hombre) que puede viajar en el tiempo, pero no cambiarlo. En cada aventura (ya sea la Inglaterra de Churchill o el año 28.000.000 en el mismísimo fin del mundo) el Doctor se ve envuelto en una épica ingeniosa, llena de personajes inspirados y tramas delirantemente divertidas que, según progresa la serie, van adquieriendo un tono lúgubre, un poso denso mezcla de nostalgia, horror y melancolía. Porque Doctor Who no es jamás una constante. Fuertemente episódica, y pese a todo, con un dosificadísimo sentido de la autorreferencia, el Doctor se ha tenido que adaptar a las vicisitudes (no diegéticas, claro) de producción de la serie. Esto provocó que el genial Chistopher Ecleccson fuese sustituido por el aún más sublime David Tennant -cuya interpretación es ya Historia de la TV- . Y en la actualidad experimentamos como éste actor ha pasado el testigo a un tal Matt Smith -todavía raro, muy raro-.

Da igual, porque el mayor descubrimiento de un servidor respecto a Doctor Who ha sido el hombre que a partir de esta 5ª temporada, con el cambio de Doctor, se hace cargo de la serie: Stephen Moffat, del cual me declaro seguidor absoluto y el verdadero culpable de que me haya enamorado de una serie tan sumamente bizarra. Cada historia escrita por Moffat es poesía en televisión, es ciencia ficción ingeniosa, dominio del tempo y perverso sentido de la fantasía.

Para mí, hay que ESTUDIAR estos capítulos, sin importar nada más:

- 1x06 - Dalek (o cómo sembrar terror y suspense con un modelo robótico más cutre que el que acompaña a Joey en su serie policíaca)
- 1x09 - The Empty Child (o cómo el terror de los niños es el legado más oscuro de una guerra)
- 2x04 - The Girl in the Fireplace (o cómo hacer un relato terrorífico, cómico e histórico en una hora, saboreando las leyes de la ciencia ficción)
- 2x10 - Love & Monsters (o cómo torcer un relato desde una mirada advenediza para redescubrir lo potencialmente compleja y sólida que es una mitología ya establecida)
- 3x08 - Human Nature/Family of Blood (o cómo trazar la osadía de creerse inmortal)
- 4x08-09 - Silence at the Library/Forest of the dead (o cómo crear una fábula sobre la muerte de todas las cosas)
- 4x10 - Midnight (o cómo Russel T.Davies creó satisfactoriamente, por fin, el mayor universo de terror...en el vagón de un tren)
- 4x LOS ÚLTIMOS - Todos, desde Journey´s End hasta The Water from Mars, es importantísimo ver como Tennant explora hasta sus últimas consecuencias la autodestrucción moral de un dios deshumanizado.

Y...

5x01 - The Eleventh Hour -> La era Stephen Moffat ha llegado. Por fin la batuta es del mejor compositor. No ha sido un comienzo espectacular, pero desde luego que ha marcado una distancia infinita con lo hecho por Davies.

Hay que ver Doctor Who, aunque su calidad emerja lenta y dolorosamente, maquillada entre la tosquedad de sus primeros capítulos.


PD: Falta un capítulo por mencionar. El más importante. Pero no voy a hablar de él. Si lo hago, merece una entrada entera para él solito y ya es más que suficiente la referencia en el titular y la posdata (sí, qué le den a mi licenciatura en Periodismo).

lunes, 22 de marzo de 2010

Dollhouse: un diamante en bruto


Se acabó. Una de las series más bizarras de la historia de las network ha concluido para siempre, y me atrevo a aventurar que no habrá ni telefilms al respecto ni spin-offs ni mucho ruido. Quizá cómics. Esta serie ha durado solo dos temporadas de 13 capítulos (y no 12, porque, digan lo que digan, "Epitaph One" -que cerraba la primera temporada- no es ya "un capítulo perdido", sino pieza indispensable del esqueleto de Dollhouse).


Crónica de una cancelación anunciada
Ha sido un viaje emocionante y totalmente inesperado. Del tortuoso y deleznable arranque a la precipitación narrativa en dos tiempos: desde que la serie pudo ser cancelada (final de la primera temporada) hasta que lo fue (casi toda la segunda temporada). Dollhouse es una de las historias mas curiosas e inclasificables de la televisión, el producto amorfo y sin aristas que ha dado la guerra entre una mente innovadora, sutil, paciente; y una cadena conservadora, tosca, impaciente. Una obra de artesano con vocación comercial. Una obra comercial con las torpezas del artesano. Los dos bandos han fallado: FOX apostó por ella hasta el final pero truncó sus comienzos con consideraciones absurdas. Pero Whedon tuvo amplia libertad creativa y no supo encontrar la forma de hacer la historia sólida, emotiva e interesante. Es una lástima que el microcosmos fan que ha sobrevivido a los muchos defectos de Dollhouse haya encontrado en su tramo final una serie que podría haber hecho Historia.


Defectos brillantes
Si tuviera que apostar por el defecto más gordo: la falta de empatía con los personajes. Se dice por la blogosfera que fueron las obligaciones impuestas por la cadena, el querer hacer capítulos autoconclusivos, las que espantaron a la audienca. Desde luego, Whedon se mueve mejor en lo serial. Pero he visto productos que comenzaron medianamente autoconclusivas cuando su encanto era seriado (Alias, de la que Dollhouse tomó algún que otro elemento) y aguantaban mucho mejor el tipo en sus inicios. No. En Dollhouse se partió de una premisa distópica, cruda, que no encajaba en ese ambiente pseudopop. Los personajes, coherentes con la premisa, se diluían en tramas que pretendían impactar al espectador. Y esto generó una contradicción: en un mundo donde los personajes principales -los activos- no tienen personalidad y los secundarios -de moral cuestionable al participar de esto- podrían ser activos... no hay espacio para la empatía. Y no hablo de identificación, sino de empatía, de interés por esos personajes, de certezas que nos permiten establecer un discurso propio frente a ellos. La serie jugó demasiadas veces la carta sorpresa de "...¡era un activo, su personalidad era de broma!". Y eso, en el mundo de certidumbres que exige el espectador de a pie, es un suicidio narrativo, más que una revelación emocionante.


Al final de los primeros capítulos; a lo largo de muchos de la segunda, al término de la primera temporada e incluso en el propio final de la serie, nos hallamos repetidamente ante la "sorpresa" de que un personaje relevante resulta ser un doll, un muñeco, una cáscara. Sólo cuando hemos entrado en la trama y empezamos a hacer pie descubrimos lo sugerente que es ese planteamiento, lo bien que hubiera servido a una serie de cable con una ambición acorde a lo que proponían aquí Whedon y cía. ¿Un hombre con un daño cerebral irreparable al que le insertan un backup desactualizado de si mismo, es el mismo hombre? ¿Y si ese hombre hubiese rechazado sistemáticamente ese tipo de medidas? Whedon es un maestro del conflcto interno en la ciencia ficción. Maestro de plantearnos dudas angustiosas sobre realidades que aún no conocemos y que tienen que ver con el hombre, con su autonomía y sus principios.

Casi todos los "fallos" de Dollhouse han terminado por reconvertirse en genialidades cuando la serie se ha visto forzada a concluir. Sin embargo, muchas tramas se han precipitado hacia la conclusión-bomba, con revelaciones de personajes totalmente anticlimáticas. El villano que se descubre en la trama final ha sido encajado cuidadosamente con vaselina para que no chirriase. Pero chirría, por no hablar de que se trataba de uno de los personaje que, con toda su ambigüedad, era un terreno seguro Y, por su fuera poco, finalmente se nos revela -¿¡sorpresa!?- que es otro maldito doll. Y ya para rematar: en su estado inofensivo y cándido (los "activos" en la serie, cuando no están en acción, viven en una especie de limbo mental), los protagonistas deciden castigarle convirtiéndole en un bebé-bomba que vuela "la cueva de los malos". Si a los responsables de la serie no se les ha ido la olla a Júpiter con este final, que baje dios y lo vea.


Epitafios de ingenio y muerte
Recientemente se anunciaba en la prensa norteamericana un capítulo de LOST que todos deberíamos tener marcado en el calendario: "Across the sea". Y nos daban una pista: "¿has visto alguna vez un capítulo de una serie sin ninguna de sus estrellas principales?". ¿Sugerente, no? Bien, yo sí he visto esa serie. Es Dollhouse, que sorprendió a propios y extraños con un capítulo que condensaba en 40 minutos a donde nos llevaría la mitología de la serie, centrada en un grupo de desconocidos y con apenas brevísimos cortes para hablarnos de los protagonistas oficiales. Se llamaba "Epitaph One" y era un capítulo no-oficial magnífico, donde Whedon se cargaba a la humanidad por no haber respondido en audiencia este proyecto. De verdad que lo creo... No por casualidad, en el capítulo de la segunda temporada "Crazy little thing called loved", el alterego de Whedon -el villano Alpha, la esperanza rota de la serie- trata de cargarse aquello que jodió Dollhouse por culpa de la FOX: los primeros casos de la serie, encarnados en ese novio insulso de trama estúpida y moto guay al que en este capítulo hacen volar por los aires. Eso si que es justicia poética.

Eliza Dushku, Tahmoh Penikett (vaya nombrecitos) y, en el centro, el genio.

Pues bien, "Epitaph Two" ha sido una magnífica conclusión. Pocos autores en televisión pueden permitirse semejante flasforward (por muy de moda que estén) y resolver la trama con los personajes en unas coordenadas emocionales que el espectador apenas conoce. Como ya ocurría con Buffy, los personajes están enfrentados a una guerra en la que no pueden ganar, pero ganan. En la lucha se pierden vidas. Y cuanto mas rápidas, desenfocadas e infrasubrayadas estén estas muertes, mejor. Así le gusta a Whedon despedirse de los personajes en los desenlaces: sin artificios, como si fuera una guerra real y no hubiera tiempo de contemplar el cadaver del amigo que te ha acompañado tantas horas. Puede discutirse si es una falta de respeto al espectador y al tono. Personalmente, es lo que pensé cuando murió Tanya en Buffy, Cazavampiros. Whedon había advertido que habría una muerte rápida, violenta, sin sentido, como en la vida real. Pero la ficción y la realidad tienen códigos distintos, y como autor uno contrae ciertas responsabilidades con el relato que a Whedon le gusta traicionar.

En efecto, como sueña todo aquel que ha escrito algo hasta el punto en que los personajes tienen vida, coqueteamos con la idea de sumirlos en la tragedia, torturarlos de formas crueles y retorcidas, matarlos sin rubor... porque somos sus dioses. Whedon, que es un genio (y un ególatra) es un sádico emocional en este sentido. A pesar de que su fuerte es trufar de orginal comedia momentos puramente situaciones, se recrea dando un final lo más negro posible a sus historias. Sin excepción: Buffy, Angel y hasta Doctor Horrible, (¡que es una comedia musical de 40 minutos!) tienen finales muy oscuros, plagados de muerte. También Firefly, aunque en menor medida. Es su marca, y le debo todas las emociones contradictorias y viscerales que nos han dado sus obras. Pero las cosas como son: a veces traiciona el espíritu de lo que ha ofrecido, tiñendo de crueldad lo que, de no tratarse de la recta final de su historia, podría resolverse con alivios cómicos.

Otra manía: el capítulo S02E10 "The Attic" es un autohomenaje/reflejo/autoplagio del capítulo de Buffy S04E22 "Restless", donde lo inquietante no es que los personajes exploren sus miedos a través de pesadillas (se ha dado en más series, como Smallville) sino que, de nuevo en una serie del whedonverso, estas pesadillas estén recorridas por un monstruo antropomórfico de raza afroamericana. ¿Por dios, qué sueña Whedon?

Whedon in the air
Puede concluirse que la serie, que comenzó muy mediocre, merece mucho la pena. Desgraciadamente, los primeros capítulos son necesarios para ir sembrando el cariño hacia sus complejísimos personajes. La aventura termina en los "Epitaph One" y "Two", que bien podrían ser un telefilme de cierre argumental.

En cierto modo ha sido como una ruptura de la suspensión de credibilidad. Al comparar la premisa con lo que es -tan súbitamente- el desenlace, da la sensación de vivir en mundos distintos. Y es casi un juego metanarrativo, donde te descubres viendo hasta donde ha llevado Whedon una premisa defectuosa... Ahora, por fin, la serie estaba establecida y sus personajes funcionaban. Pero demasiado tarde. Es el segundo fracaso gordo de Joss Whedon en una generalista. ¿Cual será su siguiente movimiento?

Hace no mucho tuve la oportunidad de charlar con Concepción Cascajosa Virino, probablemente la mayor experta en España sobre Joss Whedon y culpable de que un servidor se atreviese a darle una oportunidad a un producto tan desprestigiado como Buffy, Cazavampiros. Ella, sin saberlo, me introdujo en el whedonverso y en el análisis de series, algo difícil de disociar (como demuestra este artículo). Fue duro, por eso mismo,verla despotricar, en directo, de Dollhouse e incluso lamentar que la FOX hubiese sustituido a Las crónicas de Sarah Connor por este programa. Pero más duro escuchar la sugerencia de que Whedon, que se ha puesto muy de moda, estaba sobrevalorado.

Parece ser una historia circular: el auge y caida de Whedon. Sabemos que no es así y que quizás sólo toque volver a los terrenos sin pedigrí de la CW. Los efectos de sus historias permanecen durante días dando vueltas en nuestra cabeza, nos revuelven. Y eso, en un autor que ha desarrollado un discurso atemporal, vibrante, sobre lo que nos hace humanos, es más que loable.


sábado, 27 de febrero de 2010

Batman: haciendo justicia al justiciero



Años después de que Christopher Nolan reinventase El Caballero Oscuro para la gran pantalla devolviéndole el prestigio perdido tras las horripilantes versiones realizadas por Joel Schumacher (y aquel traje de Batman con pezones) uno tiene la necesidad de investigar sobre la suerte de tan ínclito superhéroe en el terreno seriado, primo hermano del cómic. 85 capítulos visionados después (toda la serie, vamos) he aquí algunas impresiones.

Batman
Hace muchos años, antes de Batman Begins, tuve el placer de devorar una magnífica biblia sobre el personaje llamada "Batman: El resto es silencio" de David Hernando, y recorrí en sus páginas las vicisitudes de un personaje que fue redibujado sin rubor al ritmo inclemente, disparatado y sobresaturado de la naturaleza industrial comiquera a través de las épocas. Los superhéroes no mueren, sino que se reinventan en los nuevos contextos sociales. No importa cuantas veces se reescriba su historia (incluso en cine ya tenemos la versión Burton y la Nolan,...multipliquen por mil los autores que lo abordaron en sus diversas ediciones de cómic). Esto impide vertebrar un verdadero canon rastreable, pero permite establecer una serie de certezas en su ficción. Lo bueno de Batman: la serie animada es que nace con una vocación in media res y fundacional al mismo tiempo; es decir, la historia comienza establecida: Batman es una realidad, así como el Joker, y Robin, y el comisario Gordon. Podremos ver el origen de muchos enemigos, otros son ya rutina en Gotham. En ocasiones, narraciones pretéritas de importancia serán recreadas mediante flasbacks. En otras ocasiones, los personajes verbalizarán retazos importantes de su pasado. ¿Para qué hablar por enésima vez del origen de Batman?

Hay muchas manos maestras sosteniendo la batuta de esta producción, pero un nombre destaca especialmente... aparte del artífice, Bruce W. Timm (que luego regalaría al mundo Batman Beyond). Se trata de Paul Dini, mediocre guionista de grandes sagas en el cómic pero prolijo en capítulos brillantes de esta serie animada y responsable de uno de los mejores guiones jamás escritos para un videojuego, también sobre la creación de Bob Kane: el sobresaliente "Batman: Arkham Asylum". Dini, entre otros, se ha encargado de definir el tono de esta producción infantil, que recupera cierta esencia gótica del Batman de Burton, ciertos toques más inofensivos de slapstick y una madurez latente (tonal, estilística, dramática) inusual hoy en día en una serie para niños.



La serie animada
En general, la serie es magnífica. Entretenida, inteligentemente construida, brillantemente realizada y con un cuidado -ya olvidado en estas producciones- por el guión. También tiene muchas debilidades que, en realidad, no son tales si tenemos en cuenta el público objetivo del producto. Y es que, en ocasiones, la serie peca de sacarse soluciones narrativas de la manga; revela algunas incoherencias en el comportamiento de los enemigos; padece una evidente falta de respeto por la continuidad; y, por último, la adaptación literal de cómics clásicos de Batman-muy bien construidas- acusan la estrechez de los 20 minutos forzadamente autoconclusivos que da lugar a ciertas tramas infraexplicadas que llevan a los personajes a forzar los conflictos.

Pero son pequeñeces debidas a su formato. Batman, la serie animada, sería un milagro (que aún quedan) en la programación infantil actual y un ejemplo del ingenio de sus creadores a la hora de condensar lo mejor de muchos años las aventuras de grandes personajes en una serie con limitaciones tan obvias. Y, sin embargo, brillan los aciertos: la versión de El Joker (doblada por Mark Hamill Skywalker en la versión original) funciona siempre en su faceta cómica... pero es aterrador cuando ha de serlo. Los mejores capítulos son los dedicados a este archienemigo, si bien hay otros que no deberían dejar de revisionarse. Los orígenes de Dos caras, Cara de barro y Mr. Frío están a la altura de sus versiones de cómic. Otros capítulos exploran premisas muy originales que dan pedigrí a la serie. Es el caso de "Casi le pillo" -donde el Joker, Killer Croc, el Pingüino y Hiedra Venenosa relatan como "casi atrapan al hombre murciélago" mientras juegan al póker-; "Tengo a Batman en mi sótano" -que focaliza la historia en unos mocosos que encuentran a Batman en un momento de debilidad y deben ayudarle a resolver el caso-; o "El juicio" -capítulo en el que todos los enemigos de Batman consiguen capturarle en el interior de Arkham y someterle a un juicio (presidido por el Joker) donde se explora su culpabilidad por hablerles convertido en los monstruos que son.


Capítulos brillantes
Son muchos los capítulos que merecen la pena y apenas alguno cae en el convencionalismo absoluto, en una irritante previsibilidad. Los guionistas estaban en forma y conocían su material. Especialmente coherente es la frialdad de Bruce Wayne, un hombre solitario e implacable que apenas tiene algún destello emocional con alguna amante caduca (como el beso con la hija de Raz Al Gul, o el sempiterno filtreo con Catwoman). Además, Bruce vive atado a una tragedia infantil, como revela en más de un capítulo.

Por lo demás, la serie, en general, se toma muchas licencias en el apartado tecnológico y en ciertos aspectos rayanos en la ciencia ficción (todo bastante legítimo y comprensible), pero hay capítulos que encuentran en esta línea hallzagos de nivel: en "Quizás fue un sueño" Batman es víctima de una hipnosis inducida por El Sombrero Loco, que crea para él una realidad ficticia (un País de las Maravillas) donde todo es perfecto: sus padres están vivos, Batman no es necesario. Sin embargo, Bruce Wayne, "el mejor detective del mundo", se da cuenta de que todo es un sueño en el momento que intenta leer un libro y nada tiene sentido (algo, en mi caso, recurrente). Y así rompe la farsa: "la lectura es una función del hemisferio derecho del cerebro, mientras que soñar es una función del lado izquierdo". Ni el oscuro planteamiento del capítulo ni la cerebral resolución son propios de una serie infantil. Y eso la hace tan grande.



Hay algún capítulo-caprichito (sin sentido peyorativo) que me ha llamado mucho la atención. El caso de "El duelo" es el más llamativo Se trata de un capítulo totalmente demencial, que comienza cuando Robin y Batman interrumpen una fechoría de Raz Al Gul. Éste, posteriormente, les envía una cinta explicándoles que la operación que estaban llevando a cabo se remontaba a 1980 y... ¡flashback! Todo el capítulo transcurre en el viejo Oeste, con pistoleros, revólveres, tabernas de mala muerte y hombres que mastican paja. Ni rastro de Batman. Es un capítulo-capricho idéntico a uno de The Prisoner, que se desarrollaba todo en el Oeste... porque sí. Pero bueno, El Prisionero en sí está compuesta por capítulos-capricho en su totalidad.

Mensaje
Por lo general, Batman ha sido siempre un justiciero vengativo, una excepción fascista del sistema justificada por la infestación criminal, la pasividad policial y la naturaleza demente de Gotham. Batman no está interesado en trabajar con la policía, a pesar de acatar de forma bastante conservadora la ley. En el mencionado capítulo "El juicio" se plantean dos cosas a este respecto: en primer lugar, si no es el propio Caballero Oscuro -como sugería Nolan en Batman Begins al hablar de "escalada"- quien ha sembrado la afición criminal en la ciudad por los disfraces que ocultan terribles traumas. En segundo lugar, ¿es Batman la solución a este caos? El capítulo termina con una reflexión de la fiscal del distrito donde reconoce que Batman es un mal menor necesario y transitorio. La esperanza de Gotham estará en que un día no haga falta. Bruce Wayne asiente: "yo también lo espero". La verbalización de este dilema es elegante y autoconsciente, si bien todos sabemos la verdadera respuesta: Batman seguirá siendo necesario mientras dé dinero a DC Comics. Y DC Cómics seguirá ganando dinero mientras los norteamericanos (y nosotros con ellos, la verdad) sigan creyendo en que filántropos tan complejos como Bruce Wayne pueden existir, aunque sea en ficción.

Por otro lado, es, cuanto menos, curiosa la imagen que ofrece la serie sobre la reinserción social de los enfermos de Arkham: ni uno solo de los -magníficamente inspirados- villanos de Batman tiene posibilidad alguna de reintegrarse socialmente ni de tratar sus problemas psicológicos. Y lo que es peor: en más de una ocasión, la institución psiquiátrica los considera recuperados cuando hay claros indicios de que no es así.

No es una observación caprichosa. Veamos: El pingüino (en "Unos pájaros de cuidado"), Hiedra Venenosa (en "Casa y jardín"), Killer Croc (en "El circo olvidado"), Dos Caras (en "Segunda Oportunidad"), Enigma (en "Enigma se reforma") y Harley Quinn (en "las vacaciones de Harley")... es decir, hasta 6 de los villanos más importantes de Batman, contemplan en esta ficción la posibilidad de redención. Y en todas esas ocasionas, ya sea por culpa de la sociedad (que no les acepta), por flaqueza de voluntad o porque se trataba de un engaño desde el principio... siempre vuelven al manicomio antes de los créditos finales . Y yo pienso: joder.

Y otro capítulo de clara intención moralista -aunque muy interesante en su planteamiento- es "El trío terrible", algo así como el reverso tenebroso del Bruce Wayne versión Schumacher (es decir, Wayne es un tío rico que salva el mundo para divertirse y compra motos y trajes con pezones). El capítulo introduce a tres jóvenes villanos que van por ahí robando y haciendo fechorías porque son ricos y se aburren soberanamente. Al final, Batman captura a uno de ellos y éste trata de comprarle para que no le entregue a la policía. Batman se niega y el joven vocifera:"ya verás, compraré al mejor abogado y a los jueces, si hace falta, con mi fortuna ja ja"... CORTE A: oscura y mugrienta habitación de la cárcel donde un hombre enorme y con los ojos llenos de deseo ve entrar al joven ladrón, que se da cuenta de que el dinero no lo es todo y que se va a pudrir en la cárcel. Son unos minutos algo repugnantes por obvios. Si era para acojonar a los niños, francamente, sólo hubiese faltado un... CORTE A: las sombras de ambos presos y su movimiento sugieren que nuestro joven villano está siendo sodomizado por el presidiario grandullón. mientras escuchamos sus gritos de dolor e impotencia. ¡Créditos de despedida!

Nostalgia y Justicia
Excepto por razones puramente nostálgicas o académicas -o caprichosas, en mi caso- no es una serie con la que darse un atracón. Cada capítulo está cocinado a fuego lento, tiene su lógica interna y esquiva cualquier viso de serialidad. Tampoco es una serie especialmente adulta, aunque su espina dorsal recorre tramas, subtextos, matices y guiños que yo, de niño, jamás me hubiera planteado. Pero una vez vista puede decirse, con plena seguridad, que ha sido una fuente de inspiración directa para Chistopher Nolan, un esbozo del alma de muchas escenas que el director sabría luego plasmar como a nadie se le había ocurrido antes.

Esta serie, en cualquier caso, refleja como ningún producto anterior la certidumbre de que Batman es probablemente la franquicia más compleja e interesante de un mundo tan esquivo y resbaladizo como el de los cómics de superhéroes. Sus villanos son una colección de genialidades, bizarros engendros de política, literatura, esperpento y esquizofrenia.

Sólo queda confiar en que tan buena materia prima sea manufacturada, siempre, por artesanos de calidad, como los guionistas de Batman, la serie animada.

No podemos olvidar que de lo que estamos hablando aquí es de hacer justicia.

(Y que conste que nada de esto va por la serie camp... eso es harina de otro costal)



(A la misma bat-hora en el mismo bat-canal)