lunes, 23 de marzo de 2009

Batallas espaciales que exploran el alma humana


Hace cinco años, los guionistas Ronald D. Moore y Glen A. Larson afrontaron el reto de hacer un remake de una space ópera de los 80, Battlestar Galactica, una miniserie de dos capítulos para el innovador canal temático Sci-Fi. El éxito de público y crítica propició su expansión a cuatro temporadas más que constituyen, finalmente, una de las mejores series de la historia. El pasado sábado, esta serie llegó a su final, con el capítulo 20 de su cuarta temporada, Daybreak. Sin renunciar a la belleza de su estética ni al reconocido riesgo de en sus decisiones narrativas, Galáctica se despidió de la audiencia de forma magistral, cerrando uno a uno sus arcos argumentales, que confluyeron en un epílogo lleno de sentido no sólo en la trama, sino también en su particular tratado sobre las complejidades del ser humano, su análisis sobre la civilización y una maravillosa lección sobre política y religión. Una visión que ha llevado a parte del equipo creativo y del elenco de la serie a la ONU, invitados para establecer un diálogo sobre alguno de los temas de la serie que afectan a la humanidad: los derechos humanos, el terrorismo, los menores y los conflictos armados, además de la reconciliación y el diálogo entre civilizaciones.

Ciencia ficción + política, religión, ética y filosofía
El argumento parte de la siguiente premisa. Los Cylons son unos robots creados por los humanos en una época indefinida de evidente progreso tecnológico. Tras años de esclavitud, los autómatas se rebelan, provocando una guerra civil que finaliza con el éxodo de los Cylons del planeta en el que habitan los seres humanos, Cáprica. 40 años después, estos robots han evolucionado hasta adquirir en todos los aspectos forma humana -así como muchas nuestras inquietudes-, y sirviéndose del engaño son capaces de penetrar en el sistema de defensa de Cáprica, alcanzando la destrucción del planeta. Los apenas 40.000 supervivientes de la Humanidad se embarcan en una travesía espacial en el interior de un viejo carguero llamado Galáctica, que pretende escapar de los Cylons y encontrar otro hogar... un viejo planeta en el que se dice que vivían los acestros de los seres humanos, la Tierra.


La calidad de Galáctica se asienta en varios pilares: por un lado, se trata de una serie de ciencia ficción sin fisuras, respetuosa con las mitologías clásicas de los dramas espaciales y, especialmente, con la de la versión original de los 80. De esta forma, las batallas contra naves enemigas, la jerga militar o el conflicto hombre-máquina permanecen de forma inalterable en el envoltorio de la producción, no sin particularidades que la hacen más atractiva. De hecho, los efectos especiales de la serie están especialmente cuidados y se han hecho con numerosos premios, entre ellos un Emmy en 2007 por el capítulo final de la 2ª temporada. La serie, además, ha recibido más de una veintena de premios y reconocimientos por sus guiones y su reparto, y ha estado en la lista de las 50 mejores series de TV de la historia en las publicaciones Tv Guide y Empire.

En segundo lugar, y lo que ha hecho a tanta gente acercarse a Galáctica, es su forma de trascender este envoltorio de ciencia-ficción con historias de contenido filosófico, político y religioso, mediante un marcado sentido metafórico de permanente referencia al mundo actual y, también, a la filosofía griega. El gran atractivo de la premisa es la reducción de la civilización a apenas 40.000 supervivientes en un "submarino" gigante, claustrofóbico, un escenario de introspección que engrandece cada conflicto, confiriendo especial gravedad al más nimio dilema moral. Los protagonistas, durante las 4 temporadas de la serie, han cometido genocidio por el bien común, jugueteado con las políticas sobre el aborto, manifestado dilemas raciales, justificado la necesidad del contrabando como complemento del mercado regular, realizado consejos de guerra secretos, obstruido al gobierno mediante golpes de estado e incluso articulado un discurso sobre el papel de la prensa a la hora de reconciliar a los civiles y el ejército ante la depresión colectiva, y han demostrado el poder de las trasmisiones de radio clandestinas y los manifiestos planfletarios en la transición de un ególatra cobarde y manipulador a héroe de masas, cuando la situación es de desesperanza.
Galáctica nos muestra el lado más descarnado de la humanidad, y sus tramas exploran los límites de la vileza, de la supervivencia, del amor, y también de la necesidad de los seres de someterse a un bien superior. En efecto, uno de los planteamientos más interesantes de la serie es la diferencia entre la concepción de los humanos, que creen en el politeísmo, mientras que los Cylons parecen someterse a un único dios. En realidad, lo que late bajo estas concepciones, es la pregunta sobre qué nos hace humanos. En el desarrollo de su historia, el espectador -al mismo tiempo que sus protagonistas- irá descubriendo que muchos de los personajes que creíamos humanos son en realidad Cylons infiltrados, siempre al servicio de un plan mayor que nos será revelado al final de la serie.


Un milagro
Galáctica es una de las pocas producciones que pueden y han sabido terminar, sin que la audiencia o las ambiciones de una cadena cercenen su propuesta inicial. En este sentido, Galáctica es un milagro, una película de cuatro días de duración, ejemplo de la ciencia-ficción más madura, heredada desde 2001: Odisea en el Espacio, y ejemplo de estilo, inteligencia y coherencia sin que esto suponga taras a un espectáculo de puro entretenimiento. Es también la razón por la que se dice que si hoy Shakespeare estuviera vivo, haría televisión. Gracias a Galáctica, quizá hasta se atreviera con la ciencia ficción.