jueves, 16 de abril de 2009

Gossip Girl, enésimo retrato de la frivolidad adolescente (a escala mundial)


Ayer se estrenó en Cuatro la serie Gossip Girl, que emite actualmente el canal norteamericano especializado en adolescentes: "the CW" (fusión de las previamente rivales WB y UPN). La serie está firmada por John Schwartz, el nuevo rey Midas de la pubertad norteamericana más elitista y responsable del rotundo -y efímero- éxito de The OC, un culebrón juvenil como el que aquí se nos ofrece. Ni más ni menos. Gossip Girl no engaña a nadie desde su piloto, es una de esas series de disfrute descerebrado, para quien busque ese disfrute. Vuelve Sensación de vivir (y van...).

Tras la cancelación oficial de The OC en su temporada 4, parecía que Schwartz había asumido el fracaso de su producto estrella, un culebrón de sorprendente repercusión que no supo reinventarse después de perder toda su frescura y desdibujarse entre dramas de similar categoría. Sin embargo, para la CW los buenos tiempos de la serie supusieron currículum suficiente, y le dieron al autor la oportunidad de perfilar dos proyectos que actualmente funcionan más que positivamente: Chuck -comedia adolescente- y Gossip Girl, la que nos ocupa.

La serie toma como punto de partida la serie de novelas de Cecily von Ziegesar para volver a lo que mejor sabe hacer su creador: dar cierta ambigüedad a los estereotipos americanos que componen sus personajes (y que representan el target de la cadena) y ofrecer conflictos mil veces vistos bajo ciertos prismas estéticos de actualidad (la narradora-bloguera, un cuidado extremo en el tratamiento de la moda, una banda sonora que busca identificación mediante el uso de los éxitos más cool del momento...).

Visto así, puede dirimirse que Sensación de vivir es infinito, como los superhéroes, sólo hay que revisionarlos cada dos o tres años. Hasta el espectador menos exigente debería notar el deja vu: desde el punto de partida, "el pez fuera del agua" (un personaje llega/regresa a un ambiente que le es extraño como premisa de partida -que ya se empleó en The O.C. de forma mucho más prometedora-), hasta los conflictos de entrada: protagonista en actitud de romper con el mundo que le rodea y sus consecuentes problemas de adaptación (A) con personajes malvados destinados a humanizarse con el avance de la serie (B), momento en que llega la remodelación del arco narrativo con la reconciliación argumental de ambos (AB). Este es el esquema, desde Sensación de vivir, de la mayoría de dramas adolescentes norteamericanos, largometrajes incluídos. Y va acompañado de mentiras, drogas, celos, engaños, heteros, gays y sexo (en España preferimos decir "mentiras y gordas").

Los tópicos están a la orden del día, y el humor -que tan bien funcionaba en The OC para dar cabida a la autoparodia- carece de cualquier destello de genialidad (lo cual es normal dado el nivel de las interpretaciones, de un plano que asusta). A su vez, el climax del piloto es casi una grosería: el protagonista traspasa la barrera social -elemento de tensión permanente en este mundo de frivolidad- para defender a su hermana a base de puñetazos, en un autoplagio desvergonzado del primer capítulo de la mencionada ópera prima de Schwartz [cuando Ryan Atwood (A) defendía a Seth Cohen de los niños pijos en la fiesta de la playa (B)].

Sin embargo... como decíamos, Gossip Girl no engaña a nadie, da lo que ofrece (un reparto de guaperas, incluidos los padres de los protagonistas, apenas tres o cuatro años mayores que sus hijos), y va dirigida al público objetivo que la adora de forma diáfana, sin menospreciar su inteligencia y provocando su adhesión mediante un -nada fácil- cuidado extremo en su estética. La superficialidad es parte de su propuesta, y es absolutamente autoconsciente, lo cual es una lección a aprender por los guionistas-aleccionadores morales de Física o química, El internado o la extinta Compañeros, por citar tres ejemplos de ficción patria en este género.



Cuatro ha hecho un trabajo ejemplar promocionando -machaconamente- la serie, siguiendo el ejemplo de su campaña americana, vendiendo un erotismo que apenas está latente en las temporadas (hay mejores ejemplos en Google, pero esta foto fue tomada por un servidor en la Gran Manzana). Ahora queda comprobar si los espectadores, sobre todo espectadoras, pasivos/as serán seducidos/as por la propuesta, cuando el target importante que vería la serie en el siglo XX -y que son amantes del glamour, la moda y los chicos ricos de Hollywood- ya lo han visto por internet y sin ese nefasto doblaje en el que se adivinan las voces de los mismos actores de doblaje que participan en toda serie juvenil traducida al idioma de Cervantes.

Ojalá el apagón analógico sirva de algo a este respecto y nos acerque al subtitulado personalizado (y al siglo XXI)...

Ahora quedan ciertas reflexiones en el aire: ¿Se trata del mismo público quien consume con avidez las pijotadas vacuas de Sin tetas no hay paraíso...y el que adora el estilo de vida de la alta sociedad norteamericana adolescente? ¿Ana de Armas y Micha Barton tienen un fandom común? ¿Qué dirán los audímetros españoles, cuando en EE.UU. hablamos de 2,35 millones de audiencia? ¿Cómo reaccionarán los guionistas españoles ante un presunto éxito? ¿Volverán los productores a confiar en Ana Obregón para captar el glamour de España post-TDT, cómo ya ocurrió tras el boom de Sexo en Nueva York?
Actualización 28-04-09
En efecto, como apuntábamos, pese al éxito en lo que respecta al target español de entre 13 y 14 años, el share de Gossip Girl se quedó en un triste 6%, muy por debajo de la media de la cadena de Sogecable. No se trataba, claramente, de un producto de prime time, ya que en España hay que contentar a la audiencia mayoritaria, no a la objetiva... En cualquier caso, la serie ha sido reubicada junto a Perdidos (de cuyo prometedor estreno también hablamos aquí) el domingo, y se espera que el éxito de la ficción de la Abc -que está funcionando bien, aunque puede ser un espejismo- arrastre algunos espectadores a Gossip"", pese a tratarse de productos claramente diferenciados.