lunes, 18 de mayo de 2009

[Season Finales 3] House, a estas alturas

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Llevamos cinco temporadas disfrutando de las tramas de House, una serie que a día de hoy vive en un curioso equilibrio: se mantiene como serie de referencia para la crítica, bloguers y especialistas. Sin embargo, acusa el agotamiento de la audiencia. Parte de la culpa es su estructura procedimental, que si bien estaba presente desde el primer día, no fue el reclamo principal para el público más pasivo o casual.

House es un personaje complejo, magnético, pero a estas alturas no es capaz de llevar sobre sus hombros una audiencia que no conecta ni con sus casos médicos, ni con sus secundarios circunspectos, innacesibles y, a veces, demasiado cerebrales en su verbalización de los complejos enigmas que plantean los guionistas. La metáfora de la no-evolución del final de la tercera temporada, cuando House cambiaba su guitarra por otra igual, se mantiene, le pese a quién le pese. Es ya un recurso recurrente por parte de los showrunners amenazar con desbrozar la impertubabilidad de la trama: en la 2ª temporada fue la incorporación de la exmujer de House, que amenazaba con trastocar su infranqueable carcasa cáustica; en la 3ª fue el hazllazgo de un tratamiento que curó temporalmente la cojera del protagonista; en la 4ª la ruptura emocional con Wilson tras el fallecimiento de su novia y ahora, en la 5ª, nos vuelven a proponer un espejismo: la desintoxicación de House.

House no puede cambiar porque el concepto de la serie es una convención: se mantiene el esqueleto (calcado a los relatos cortos de Sherlock Holmes), pero en su contenido están las sorpresas. Su personaje es una fuerza de la naturaleza enfrentada, en cada episodio, a alguna realidad social, médica, psicológica, filosófica o religiosa en la que su honestidad y cinismo abren una brecha que da lugar a la reflexión. Los secundarios tampoco están abocados a grandes romances, y las tramas siempre exploran -desde el suspense- algún aspecto relevante, moral, de sus personalidades, en lugar de ceder a un folletín que abra su target a los fans de Anatomía de Grey. Así, cada capítulo es pura estructura: trama médica + trama House + trama secundaria, suavemente superpuestas, y siempre resueltas como un todo. Lo que ocurre entre sus personajes es pura interacción detectivesca. Todos tienen aptitudes inhumanas para recabar pistas, dirimir segundas intenciones y manipular con su retórica, tanto en lo personal como en lo profesional. Efectivamente, pese al cuidado de la producción para constatar la veleidad de la realidad laboral, y la profundidad de unos personajes tan banales, intercambiables, como humanos, cada capítulo de House es, en resumen, una experiencia intelectual y dramática, no siempre un entretenimiento vacuo con el que conectar un martes crepuscular, ni una comedia.

Pero la pendencia entre el pedigrí de las tramas de House contrapuestas al agotamiento de su fórmula procedimental queda decidida por esos dos o tres capítulos por temporada en los que sus recursos se ponen al servicio de la experimentación argumental y la dirección artesanal (especialmente destacables son las colaboraciones de Campanella), que siguen ofreciendo, de forma autocombustible, algunas de las mejores horas de televisión del año. Si, es cierto que algunos huelen a Emmy, como 5x19 "Locked in", en el que la mitad del capítulo está narrado desde la impotente perspectiva de un paciente que sufre un daño cerebral que le inhabilita a comunicarse con otras personas. Pero esta 5ª temporada nos ha regalado 5x04 "Birthmarks", dónde Wilson secuestra a House para acudir al funeral del padre de éste, y el viaje nos revelará como estos amigos se conocieron (episodio que es hermano argumental de 3x07 "Son of Coma Guy", también al estilo road-movie, que nos ofrecía otra revelación: por qué House decidió hacerse médico).

También son destacables 5x09 Last Resort (o cómo House de rehén es más peligroso que su propio secuestrador), 5x15 "Unfaithful" (o House VS God 3) y la trilogía de capítulos que cierran la temporada, directamente relacionados con el trauma que produce en House la desaparición de un personaje y que provocan la personalización de su subconsciente en la confusa y provocadora imagen de Amber, cuando en realidad, el telón de fondo vuelve a ser la dependencia de la vicodina.

Las moralejas en House son contradictorias, variadas y siempre abiertas; y la carencia de entidad emocional en sus personajes no contradice su capacidad para poner sobre la mesa auténticos dilemas para el espectador. A estas alturas, las frases célebres por capítulo en House son mucho más difíciles de encontrar y la amenaza de cambios ya no sorprende. Sin embargo, su rutina mantiene el entretenimiento, la calidad y el atrevimiento de algunos planteamientos y sigue siendo plataforma para algunos de los momentos más interesantes de la temporada televisiva; mérito, entre otros, de un siempre inspirado David Shore. Si ha saltado el tiburón, desde luego es la serie que mejor lo disimula.